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Guía turístico y miembro del Foro Jovellanos

De Cangas de Onís a Colunga

Puente de Cangas de Onís.

Dejábamos a Jovellanos en el Santuario de Covadonga el 26 de septiembre de 1790, aunque aquella noche la pasó de nuevo en Cangas, en la ya mencionada, casa de Cortés. La mañana del 27 parte desde Cangas de Onís y nos cuenta lo siguiente: "Salida de allí el 27, por el puente que está sobre el Sella: es altísimo, de tres arcos; uno muy grande, dos medianos punteados, y, sin embargo, se ven en el río ruinas de otro puente más antiguo, sin duda romano. Camínase orilla del Sella. Como a media legua de Cangas, a la derecha, y allende del río, mediando los prados del Archivil, un montezuelo y detrás el lugar de Llueves y el monte Olicio, donde la tradición supone muerto a Favila; señalan los naturales el sitio en una especie de cueva, donde hay una cruz de madera, conservada y renovada de unos en otros con la tradición".

Evidentemente Jovellanos no es ajeno al más emblemático monumento de Cangas de Onís en la actualidad, el famoso puente romano, que él mismo atraviesa para salir de la población. Hermoso puente declarado Monumento Nacional en 1931 con su característico arco peraltado central del cual pende desde 1939 una réplica de la Cruz de la Victoria, y que aunque pudo formar parte del paso de una calzada Romana que atravesaba el río Sella para comunicar Lucus Asturum (Lugo de Llanera) con Portus Victoriae (Santander), el que hoy vemos, es posiblemente de finales del siglo XIII o ya del siglo XIV en tiempos de Alfonso XI. El puente es tan representativo para Cangas que forma parte de su escudo. Ha sido restaurado a lo largo de su historia en varias ocasiones, las más relevantes fueron en 1876 y en 1943. Sin duda, uno de los lugares más fotografiados, por las miles de personas que hoy se acercan a Cangas de Onís, de toda Asturias.

Pero en el párrafo también cita don Gaspar la aldea de Llueves al hablar de la muerte del rey Favila. Apenas a dos kilómetros de Cangas se ubica esta aldea, donde según la tradición, dos años después de iniciado su reinado, hacia el 739, Favila se adentraba en una zona boscosa en las inmediaciones de la vieja capital del reino, cuando en plena cacería se topaba con el oso que acabaría con su vida. En Llueves se conserva una roca que con una cruz grabada tiene una inscripción que narra que fue en ese preciso lugar donde acababan los días del rey.

Pero el viaje prosigue, y le lleva a escribir lo siguiente: "Las Arriondas, unión del Piloña y Sella; bellísima vega; Coviella. Gran subida del puerto del Fito, más bajo que el de Sueve; se atraviesa otra vez por la parroquia de Santo Tomás de Collía, dejando Collía a la derecha; a la izquierda se ve la de Cofiño (Confinium), multiplicadas las huellas de volcanes, singularmente en Las Coronas de Collía. Gran bajada a Caravia de Arriba; tomamos lengua en casa de D. Vicente Duyos, indiano, buen hombre, soltero y acomodado; trajo de América un caudalejo; casó seis o siete sobrinos y vive contento con su suerte".

El camino queda claro en el párrafo, saliendo de Cangas llega hasta Arriondas, por el concejo de Parres pasa entre las parroquias de Collía y Cofiño, y por la que hoy es la AS-260 pasa por el Fito, en la Sierra del Sueve, lógicamente, sin el emblemático mirador construido en 1927, disfrutando de las sublimes vistas que desde allí se contemplan, hacia la costa cantábrica y hacia los Picos de Europa. Bajando hacia la vertiente marítima por Caravia, llega a la aldea de Duyos. En esa zona aún hoy existe una ruta de senderismo donde las casas de indianos son protagonistas, de hecho, Jovellanos menciona que come lengua en la casa del indiano Vicente Duyos.

El trayecto sigue y nuestro viajero escribe: "De allí bajamos a Caravia de Abajo; nada de minas; profundo callejón, frondoso, pero pantanoso; a la salida país llano sobre la costa; abundante en prados, bellísimo en extremo. A comer a la venta de La Espasa, sobre una playa ancha, llana y desierta. El cimiento de las peñas parece de carbón; por lo menos tiene todo el aspecto de tal. Buena mañana; rústica, pero abundante y buena comida. Salimos; grandes y deleitosos prados, lugar de la Isla a la derecha; el mar a la vista y cerca; un pequeño islote junto a la orilla; camino llano, pero molesto, pedregoso".

Que hermosa descripción hace Jovellanos del entorno de la Espasa y La Isla. Aunque esa imagen de playa ancha, llana y desierta que cita, es ya difícil de evocar hoy. La mencionada Venta de la Espasa aún se conserva, pero en mal estado ya que es una cuadra para el ganado. Recuerdo, y lo cito como anécdota personal, que estando en lo que queda de la vieja venta, hablando con un joven que allí cuidaba de sus vacas, él desconocía totalmente que desarrollaba su actividad ganadera entre los muros de lo que había sido una antigua venta y visitada nada más y nada menos que por nuestro ilustre viajero.

Llega Jovellanos finalmente ese 27 de septiembre a Colunga y dice: "Colunga: detención en casa del señor D. José Argüelles, joven despejado, airoso, lleno de familia, de espíritu y generosidad, nieto del venerable Ribero, padre de la mujer de D. Pedro de Posada, en quien aquel patriarca tiene ya tataranietos".

La ubicación de la casa de Argüelles en Colunga se corresponde con la actual plaza Vigón. La casa fue adquirida por Braulio Vigón en el siglo XIX. La historia del linaje Argüelles en Colunga es secular y ya en el siglo XIV se tienen noticias de la misma en la persona de Gonzalo Suárez de Argüelles como Merino Mayor. Esta familia de raíz colunguesa vio nacer a uno de los más importantes personajes de la historia de Asturias y por extensión de España, el riosellano Agustín de Argüelles, el Divino.

Este día, mientras escribía en la intimidad su Diario, Jovellanos rememora una hermosa estampa natural vista cuando llegaba a Ribadesella desde Collía. Una simple tela de araña bañada por el rocio es descrita de este modo tan bello: "Cada gota un brillante, redondo, igual, de vista muy encantadora. Marañas entre las árgomas, no tejidas vertical, sino horizontalmente, muy enredadas, sin plan ni dibujo. ¡Cosa admirable! Hilos que atraviesan de un árbol a otro a gran distancia, que suben del suelo a las ramas sin tocar el tronco, que atraviesan un callejón. ¿Por dónde pasaron estas hilanderas y tejedoras, que, sin trama ni urdimbre, sin lanzadera, peine ni enxullo tejen tan admirables obras? ¿Y cómo no las abate el rocío? El peso del agua que hay sobre ellas excede sin duda en un décuplo al de los hilos. Todo se trabaja en una noche; el sol del siguiente día deshace las obras y obliga a renovar la tarea".

Don Gaspar, aún en Colunga, sale camino de Libardón, pero eso lo vemos en el próximo capítulo.

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