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RICARDO POCHTAR | Poeta y traductor

"En todo poeta hay siempre amor por la realidad, habla de las cosas con afecto"

"La poesía, al menos, como intento de que se podría salvar todo y de que es solo una cuestión de ir acumulando intensidad, sensibilidad"

Ricardo Pochtar. JULIÁN RUS

Bonaerense de 1942, Ricardo Pochtar llegó a España en 1976 y se avecindó en Gijón hace quince años. Traductor de prestigio por sus versiones de "El nombre de la rosa", de Umberto Eco, o de "El gatopardo", de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre otros títulos. No solo traduce del italiano, sino también del inglés y del francés. Coincidiendo con su decisióin de afincarse en Asturias, ha desarrollado además una interesante obra poética y aforística desde la publicación de "Clinamen" (Trea) en 2006. Acaba de sacar un nuevo libro de versos, "Ars Piscatoria" (Amargord), que presenta hoy (20.00 horas), acompañado de Carolina Sarmiento, en la librería La Buena Letra.

-Pone el libro bajo una cita de Clarice Linspector: la palabra como "carnada"...

-Yo había un escrito un poema en el que comparaba al poeta y al pescador que está en la noche oscura, con un candil, tensando y aflojando el sedal. La operación poética podría compararse con eso. Después encontré esa cita, tan coincidente con el poema. Uno combina las palabras, pero queda la sensación de que tienen un cierto magnetismo. El poeta está ahí, manoteando, si usted quiere.

-¿Qué diferencia hay entre este libro y el anterior, "Beneficio del asombro"?

-Salió a primeros de 2018. Creo que este libro ofrece un abanico más amplio. El anterior, dentro de su pluralidad, tenía más temas que iban y volvían. Aquí hay un cambio, no sé si para bien o para mal. Y un tono nostálgico, casi sentimental, que no suelo transitar. Yo mismo me sorprendí un poco.

- Afirma en un poema que prefiere la lítote, o sea, la atenuación, al énfasis. ¿El tono elevado lo carga el diablo?

-Podría ser. En un libro anterior, hablaba de la conveniencia de quitar palabras. Es un viejo tema: los pintores chinos que quitan cosas. Yo lo vivo: escribo algo y normalmente le quito bastantes cosas. Lo que queda, si queda algo, es mucho más concentrado. Hay por tanto un margen amplio para que quien lea ese texto pueda expandirlo.

- Tiene especial gracia un poema en el que el paraguas y la máquina de coser de Lautréamont comentan los "estragos". ¿Fracaso del surrealismo?

-Bueno, con todos sus defectos, el surrealismo está ahí. Pero no puede ser el todo vale y el viva la Pepa. Tiene que tener algún tipo de trabazón. Ante la interpretación vulgar de aquella frase del surrealismo, pues digo eso de los "estragos".

-Lógico en alguien que prefiere una poesía más bien desnuda, conceptual, breve, aunque no exenta de sorpresas metafóricos y fogonazos expresivos...

-Justamente. Me viene una imagen, en forma más o menos embrionaria, y no tengo porque negarme a jugar o bailar con ella. Si esa interacción ha dado algo que tiene un ritmo, una forma coherente con la expresión, considero que el poema está hecho. Son como metáforas abiertas que corresponden a una situación mental o, incluso, objetiva.

-Y estamos, además, ante un libro con bastantes preguntas...

-En este libro hay quizás menos preguntas que en otros, aunque no he hecho el recuento. Viene de una cuestión vieja: cuando yo estudiaba Filosofía y di con Merleau-Ponty, que habla del ser interrogativo frente al positivo. Para mí, la pregunta es una necesidad de apertura. Me ha fascinado siempre la idea de que las preguntas son instrumentos. En definitiva, me han interesado más las preguntas que las respuestas.

-Y el volumen está también lleno de guiños, diálogos, matices, observaciones a autores como Benjamin, Pessoa, Spinoza, Lezama Lima, Adorno, Monterroso...

-Son cosas que se me van cruzando cuando escribo esos textos. Hay también alguno sobre Hegel, que no se menciona. No hay intención de hacer comentarios filosóficos, sino que son ideas que han tenido cierto peso y aún hoy circulan de manera quizás más degradada. Lo que hago es ironizar un poco, no hay intención de contraponer un comentario filosófico.

-Hay otra imagen interesante en el poemario, que es la del poeta como bodisatva...

-Es otro asunto, que viene de la época en la que estudié un poco de Filosofía de las religiones. Y del budismo, de su posición reparadora. Tuve un profesor, un gran pensador, que me impactó. Este hombre explicaba, al referirse a un boditsatva del que no recuerdo el nombre, que se proponía salvar todo, no solo a los seres humanos, a los vivos, sino exactamente todo porque creía que el dolor estaba en todas partes: las cosas animadas y las inanimadas, animales, plantas.

-¿La tarea?

-Claro, creía que la tarea no debía limitarse solo a las penurias de la especie humana. El poeta como bodisatva es un desiderátum, porque creo que en todo poeta hay siempre un amor por la realidad; se habla de las cosas con afecto. Al menos, la poesía como intento de que se podría salvar todo y de que es solo cuestión de acumular intensidad afectiva, sensibilidad.

-¿Y en qué está trabajando como traductor?

-Acabo de terminar una revisión de los relatos de Tomasi de Lampedusa, que publicará próximamente la editorial Anagrama.

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