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El fondo del mar, a un disparo

El gijonés Emilio Fernández, que sobrevivió a una bacteria "comecarne" en un viaje a Tailandia, expone sus mejores imágenes submarinas

Tiburón oceánico de puntas blancas en el mar Rojo.

El gijonés Emilio Fernández debutó con mal pie en los viajes para hacer submarinismo y retratar a los animales que habitan en el fondo marino. Tanto que en su primer viaje de estas características, a Tailandia en el año 2011, casi pierde la vida. Una bacteria "comecarne" lo mantuvo al borde del abismo ("llegué a despedirme de mi familia"), pero se salvó, y el bicho no lo alejó de su pasión.

Es más, al año siguiente "regresé a Tailandia a bucear, soy muy de números y pensé que una vez me tocó; dos, imposible", bromea, con un brazo reconstruido a golpe de injerto como única secuela. Y después de ese viaje ha seguido buceando en todos los mares posibles, de El Hierro a Filipinas, de Maldivas al mar Rojo, para captar toda la belleza que hay bajo el agua. Ahora la expone en el Acuario de Gijón en forma de 17 instantáneas que "me ha costado mucho seleccionar" porque atesora cientos en su archivo.

Y eso que todo empezó casi sin querer, porque aunque lleva haciendo fotos desde niño, la idea de retratar el mundo submarino llegó un poco por casualidad. "Como me iba a Tailandia aproveché para sacarme el título de submarinismo, y como era mi cumpleaños, me regalaron una carcasa para la cámara, para poder meterla en el agua", explica. Desde entonces no ha dejado de retratar criaturas de todas las formas y colores, desde Zanzíbar hasta la bahía de Gijón.

Del Muelle de la Osa es la imagen de un pez moma, que se codea desde ayer en el Acuario con las imágenes de un pez ballesta captado en la isla de El Hierro, dos peces conejo vermiculados de los mares de Tailandia, un nudibranquio gema del mar de Tanzania o un pez rana de Zanzíbar, sin olvidar a los peces gato y las gambas diminutas en las anémonas de Filipinas.

La imagen favorita de Fernández en esta exposición es la de un tiburón oceánico de puntas blancas con varios peces piloto, porque toma esa instantánea "fue una experiencia muy intensa". "Cuando te viene el tiburón de frente hay que lanzarse hacia él con la cámara, y si se acerca demasiado, darle un golpe con ella", explica con naturalidad.

La fotografía submarina se ha convertido para él en "toda una pasión; dicen que cuando te aficionas a este tipo de fotos ya no quieres hacer otras", señala, convencido de que a él le ha pasado un poco eso mismo. Ahora viaja por el mundo con varios kilos de peso, con su equipo a cuestas, dispuesto a captar "los animales que me llaman la atención, primero disparo y después investigo para ver de qué especie son", revela.

Una serie de zambullidas que le han llevado a concluir que "el mar está cada vez más sucio; desde que empecé a hacer fotos submarinas hace ocho años hasta la actualidad se nota mucho esa degradación. Y especialmente en Gijón", advierte. En las zonas más turísticas de Asia "se cuidan los espacios en los que pagamos por bucear, pero por poco que te muevas a otras islas está todo lleno de plásticos, es una guarrada", asevera.

Así, con sus imágenes quiere también dar un toque de atención, porque "es una pena que los fondos marinos se degraden a esta velocidad". Libres de plásticos y basura, podrán seguir siendo el hogar de criaturas asombrosas, a un disparo de la cámara de Emilio.

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