No pretendía hacer daño a nadie ni, por sus características físicas, hubiera podido hacerlo aunque hubiera querido. Los testigos del atraco perpetrado el pasado miércoles por una mujer de 66 años que entró en la oficina del Banco Santander situada en el número 12 de la calle Decano Prendes Pando "armada" con una nota de papel en la que amenazaba a la cajera con hacer entrar a sus hermanos si no le daba el dinero de la caja, aseguran que la ahora investigada actuó movida por la necesidad de proteger a su familia y que en ningún caso pretendió hacer daño. "Lo que no sabemos es qué le pasó por la cabeza para hacer algo así, cómo pensó que podía salir bien", señalan fuentes cercanas al caso. La denunciada llegó a reconocer que sólo buscaba algo de dinero rápido para ayudar a su familia.

En lo que parece que coinciden los que fueron testigos de los hechos es en que una situación económica límite podría haber llevado a esta mujer (con antecedentes por otros delitos como pequeños hurtos en establecimientos comerciales que indican que ya podría haber realizado otras acciones anteriormente para salvar una complicada situación económica), a "atracar" un banco. Los testigos señalan que la mujer esperó pacientemente su turno antes de acercarse a la ventanilla.

Cuando le tocaba ser atendida sacó un papel y se lo entregó a la joven que se situaba frente a la mesa: una chica que se puso nerviosa y accionó varias alarmas a la vez. En la nota, escrita con una caligrafía "de niño pequeño", la mujer (que había accedido al banco sin tan siquiera cubrirse la cara con un pañuelo), dejaba claro que los empleados del banco debían darle todo el dinero de la caja porque si se negaban "la cosa se iba a poner peor": a la entrada del banco estaban supuestamente esperando varios hermanos de la mujer. La situación fue tan extraña que ni la cajera lo creyó en un primer momento.

Cuando llegó la Policía la mujer no opuso resistencia. El propio personal del banco la retuvo mientras rompía en pedazos la prueba del delito: la nota que le había dado a la cajera. En los calabozos de la Comisaría permaneció con la cabeza baja y al día siguiente prefirió (por consejo de su abogado) no declarar ante el juzgado de guardia.

El suceso recuerda a otros que tuvieron lugar en el pasado en Gijón y que también tuvieron la desesperación de sus protagonistas como detonante. En el año 2012, por ejemplo, un vecino de la zona oeste se apuñaló a si mismo frente a la iglesia de Fátima, en La Calzada, angustiado por su situación económica.