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El prócer está de vuelta

Revive Jovellanos en el 208.º aniversario de su muerte por la presencia en Gijón del retrato del Prado que le hizo Goya

Varias personas ante el retrato de Jovellanos pintado por Goya, que se expone en el Museo Casa Natal. Juan Plaza

Es la noticia del día: hoy hace 208 años que murió Gaspar Melchor de Jovellanos en Puerto de Vega pero lo cierto es que el playu más ilustre vive, y digo "playu" porque nació en Cimavilla. Como se suele decir, nadie muere mientras es recordado y Jovellanos lleva muchos años de plena actualidad. Basta consultar al menos parte de su obra completa para comprobar que Jovellanos es contemporáneo. Tenía 67 años cuando "murió" el 27 de noviembre de 1811 y su labor hasta entonces había sido inmensa, lo es todavía.

Jovellanos era hace dos siglos un hombre moderno, hoy en noviembre de 2019 sería un gijonés actual, ilustrado, y militante contra la ignorancia. Fue amante de la libertad y la igualdad, fue el primer urbanista gijonés, convencido ecologista, y no se callaba ante nada. Gracias a la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, al Ayuntamiento de Gijón y al Instituto Feijoo de Estudios Asturianos del Siglo XVIII podemos leer todo lo que Jovino escribió y todo lo que sobre Jovino se escribió y se escribe.

El gijonés fue detenido en 1801 y encarcelado en Mallorca por denuncias anónimas. Se le acusaba por ejemplo de "charlatanería semejante a la de aquellos que se habían separado de la religión", y de ser un lector empedernido, de estar al día en multitud de conocimientos, y de estar relacionado con la Revolución Francesa. Grandes pecados. No se llegó a formar un proceso en el tribunal de la Inquisición pero Jovellanos fue desterrado primero a la cartuja de Valldemosa, un año, y luego nada menos que seis años al castillo de Bellvert. Incluso en prisión Jovellanos sigue siendo Jovellanos: escribe muchas cartas, completa su diario, estudia botánica, se interesa por la historia de Mallorca? En el año 1808 queda en libertad, con la salud muy deteriorada, con cataratas, casi ciego. Regresa a Gijón un tiempo más tarde, el 6 de agosto de 1811, y muere a los tres meses.

No hablemos de su amor a los libros, es algo evidente. Gaspar Melchor de Jovellanos creía en la libertad de pensamiento, en la libertad de pluma y en la libertad de imprenta. La libertad era para él fundamental para hacer uso de la razón y para crear una opinión propia.

Contra la inquisición y a favor de los libros sin censura se manifestaba. El 21 de mayo de 1794 le escribe a Alexander Jardine, cónsul inglés en La Coruña: "Pienso aspirar a una licencia para que mi librería pública posea toda especie de libros prohibidos, aunque con separación y facultad de que sean leídos por los maestros. Basta. Tiempo vendrá en que los lea todo el mundo". Continúa: "¿Qué remedio hay? No hallo más que uno: empezar arrancándole (al Santo Oficio) la facultad de prohibir libros".

¿Antimilitarista Jovellanos? Lo cierto que en su "Diario" del 20 de junio de 1795 escribe sobre un grupo de jóvenes que iban a incorporarse a la milicia. Como se sabe jóvenes pobres, que no podían librase del cupo pagando dinero. Copiamos textualmente: "A paseo con el intendente, de vuelta cien infelices quintos de Asturias que van al Cordón, tristes víctimas del espíritu militar; al contrario de otros todos tristes y dos contentos".

Jovellanos arremetía a veces contra el clero que él veía como pasado de moda y avaro. Entiéndase que ese "anticlericalismo" de Jovellanos no quiere decir que tuviese animadversión contra todo lo relacionado con el clero y la iglesia. Naturalmente que no. Él quería la reforma y por ello censuraba lo que veía que hacía una parte del clero contra la libertad o permitiendo prácticas relativas con la superstición. Un ejemplo. Visita Tineo el 27 de marzo de 1795, y escribe sobre el convento, "ruin, pobre, mantiene sin embargo treinta frailes que arruinan al pueblo".

Otro ejemplo. El 24 de abril de 1796 escribe sobre la fama de negociantes que tenían los agustinos, y eso con motivo de un viaje a Burgos. Describe Jovellanos su visita al famoso Cristo de Burgos que en el Convento de San Agustín estaba entonces, como se sabe luego pasó a la catedral. Para el gijonés el Cristo estaba "en una capilla, una gruta por la forma y la oscuridad con cincuenta lámparas, con tres cortinas cerradas, con mucha espera, con mucho aparato". Sigue Jovellanos: "Aparatos bien inventados para provocar la devoción del vulgo". Y ante el Cristo reflexiona, "al fin una efigie de malísima y hórrida forma".

No le gustan los exvotos que ve en Burgos "carros de muletas, de piernas y brazos, y tetas de cera y aún de plata, votos, testimonios de estupidísima superstición". Los curas que cuidaban el Cristo de Burgos tampoco quedan bien parados, "el fraile vende cruces de plata de varios tamaños y labores, estampas, medidas tocadas a la efigie en que ganará ciento por ciento, las cruces de 4 a 100 reales de valor".

Honor al inmortal Jovellanos. Lo vemos en su casa natal pintado por Goya, y pensando. Imitémosle.

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