Todas las parroquias de la zona sur de Gijón, partiendo desde Begoña, descienden de la de Ceares, que es la madre de todas ellas: desde los Capuchinos hasta el santuario de Contrueces, pasando por los Jesuitas. Por ello, la festividad que ayer se celebraba en la pequeña iglesia de San Andrés, en Ceares, es una de las más significativas de la ciudad. Y por ello, el premio que allí se dio es uno de los más reconocidos de la Villa de Jovellanos. Así se entiende la alegría que embargó a los dos homenajeados, el expárroco de San Nicolás de Bari y capellán del Sporting Fernando Fueyo y el capellán del hospital de Jove Javier Vilumbrales, al recoger el galardón que se les entregó: la Cruz de Ceares, que la parroquia lleva una década otorgando a personas que colaboren de forma activa con la comunidad.

"Llevamos muchos años ayudando y es un buen recuerdo, una cruz muy guapa", enfatizó Fueyo, que valoró de su compañero de homenaje que "siempre está muy dispuesto y ayuda mucho a todas las parroquias rurales de Gijón". Vilumbrales, por su parte, aseguró sentirse "muy contento" por un homenaje que "me pilló por sorpresa, no me lo esperaba y es una gran alegría" tras casi dos décadas ayudando a la parroquia, acudiendo a todas sus fiestas y oficiando numerosas misas.

"En esta parroquia tenemos la suerte de tener la cruz: el símbolo más humilde pero más importante", explicó José Luis Montero, párroco de Ceares, "es una forma de agradecer a la gente lo mucho que hacen por la parroquia". Respecto a los homenajeados, valoró que "siempre estuvieron muy vinculados a la parroquia, con mucho respeto, amor y cariño hacia ella".

La de ayer no fue una misa más en Ceares. Además del homenaje y la coincidencia con el inicio del adviento, el oficio tuvo otra circunstancia significativa: no estuvo oficiada por Montero, que hizo de maestro de ceremonias, sino por Simón Cortina, director del colegio Corazón de María y oriundo de Ceares. "En esta parroquia me bauticé", recordó Cortina en su homilía, en la que no pudo evitar hacer una mención al Sporting. "Con el padre Fueyo aquí, no podemos dejar pasar la ocasión", explicó el sacerdote, que realizó esta alegoría: "igual que los jugadores del Sporting sienten ilusión cuando son convocados, así lo sintió también San Andrés al ser llamado por Jesucristo para unirse a su fe".

La nota negativa del día la puso el gran chaparrón que cayó en Gijón y que evitó que el santo pudiera procesionar por los alrededores de la iglesia tras un lustro sin faltar a su cita, con lo que la festividad quedó "deslucida", en palabras de Fueyo. "La verdad es que duele, pero no nos podemos quejar", explicó el sacristán de la parroquia Rufino Gallegos, un histórico del barrio, valorando que "la gente lo pasó muy bien comiendo castañas y sidra dulce hasta por la tarde" en el magüestu que allí organizaron.