La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MARÍA LUISA PRADA SARASÚA | Presenta "La insólita historia de Damián Casares"

"Mi novela es homenaje, de alguna manera, a los que vienen y van; todos somos emigrantes"

"Se dice que los cimientos del Niemeyer, que eran los de los altos hornos, se hicieron sobre muertos, y está el drama de las secuelas de los 'campaneros'"

María Luisa Prada Sarasúa, con un ejemplar de su última novela.

Desde su primera novela, "Vivir al sol" (2004), María Luisa Prada Sarasúa no ha dejado de contar historias. Esta mierense de 1950, avencidada en Gijón desde su primera juventud, ha firmado una decena de título. El último es "La insólita historia de Damián Casares", que presenta hoy (20:00 horas) en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón junto a la catedrática de la Universidad de Oviedo Socorro Suárez Lafuente.

-¿Por qué esta novela?

-Alguien me dijo que debería escribir algo sobre los "campaneros", los obreros que hicieron en Avilés los cimientos de (la antigua) Ensidesa. No sabía de que iba el asunto, pero empecé a investigar y cada vez me interesó más.

-¿Se sabe cuántos murieron en la construcción de la siderúrgica avilesina?

-No hay datos y yo creo que no se quiere hablar del tema. Hice una presentación en el Museo de la Historia Urbana de Avilés y uno de mis informantes, el cura de Llaranes, José María Murias, me decía que ahí podían rebatirme. Y es que no se sabe, porque muchos de aquellos trabajadores no tenían ni carnet de identidad, que no era obligatorio. Mi personaje es alguien que llega a Avilés desde Las Hurdes.

-La tierra sin pan, que dijo Buñuel en su documental...

-Exacto.

-El lector percibe que se ha documentado mucho para escribir esta obra.

-Muchísimo. La trama es mezcla de ficción y realidad, pero los hechos históricos están ahí. Consulté el Archivo de Ensidesa o el de Asturias, además de hablar con las gentes de Llaranes. Y también colaboraron desde Casares de las Hurdes, que es desde donde parte mi protagonista. No creo que haya "peros" a la parte de realidad que cuento. Así me lo han dicho, por ejemplo, desde el Museo de la Historia Urbana de Avilés.

- Lo cierto es que documentación y escritura de la novela le han llevado tiempo.

-He estado dedicada a esta historia un par de años. Me gusta enterarme de todo a fondo. Esta mañana (por ayer) me llamó la hija de un "campanero" para decirme que estaba sorprendida y era como si estuvieran reviviendo aquellas historias; nos emocionamos.

-O sea, que hay personas identificadas con el marco histórico de su novela...

-Conozco a las mujeres de la Asociación Alda, que me llamaron para que les contara qué estaba escribiendo. Allí había hijas de "campaneros", otras oriundas de Avilés... Y me confesaron que la aporofobia que hubo en lo que era entonces una pequeña ciudad burguesa era comprensible. Me decían: no es que despreciáramos a la gente que llegaba, es que no nos gustaba encontrar durmiendo en las aceras a todas aquellas personas. El ambiente no era agradable. Comparo a los "sin papeles" de ahora con los de entonces, pero hay una diferencia.

-¿Cuál?

-Los de antes pensaban, al ser compatriotas, que iban a ser uno más. Aquello no fue así. Se dice que Ensidesa los trató bien, pero si vas a Llaranes ves las diferencias en las casas: para obreros, empleados, técnicos medios... Y después en Avilés alojaban a los técnicos superiores. Todo eso pervive.

-Una emigración que llegaba fundamentalmente del Sur, muchos de Extremadura, como en su libro. Y se les llamaba despectivamente "coreanos".

-Lo de "coreanos" es porque les comparaban con los que padecían la guerra de Corea. Las "campanas" eran estructuras de hormigón ancladas en el barro a diez metros de profundidad. Se inyectaba aire para permitir el trabajo de varios hombres en el interior. Con las descomprensiones, los tímpanos rompían. Las secuelas fueron tremendas. Se dice que los cimientos del Niemeyer, que eran los de los altos hornos, están llenos de muertos, pero hubo otro drama: los que morían después como consecuencia del trabajo como "campaneros". Esos no contaban como fallecidos en accidente laboral. Tremendo.

-Una emigración de aluvión, como pasó también en las Cuencas. El paisaje humano de Asturias cambió.

-La trama de la novela empieza con la llegada de esta gente, pero también transcurre en la actualidad. Avilés y Asturias progresaron, aunque aquellas personas padecieron lo suyo. También es verdad que Avilés ha sido una de las zonas más contaminadas de Europa, con mucha gente joven. Y subió el nivel de vida.

-¿Con su novela ha querido decirnos que detrás de todo emigrante hay siempre una historia, un ser humano?

-Soy bisnieta de "habaneru". Mi bisabuelo regresó de La Habana muy bien económicamente, pero es que soy de Mieres, o sea, que he conocido una emigración interna. Ahora, en una sala de cien personas, no creo que haya nadie que no tenga un hijo o un familiar fuera. Todos somos emigrantes, así que mi novela es también, de alguna manera, un homenaje a esas personas: a los que vienen y a los que van.

-¿Por qué deberíamos leer esta obra?

-Escribo para todos los lectores.

Compartir el artículo

stats