EE UU, el país que más CO2 ha emitido a la atmósfera desde la Revolución Industrial y que se ha puesto al margen de todos los convenios internacionales contra el cambio climático, es también el país más avanzado en captura de CO2. Esta aparente paradoja tiene una explicación: la relativa cercanía de algunas centrales térmicas de carbón estadounidenses a yacimientos petrolíferos, en los que se inyecta ese gas para empujar el petróleo a la superficie.

La captura de CO2 es una de las alternativas para luchar contra el cambio climático, evitando las emisiones de este gas a la atmósfera por las industrias, para sepultarlo a gran profundidad bajo tierra o darle un uso. Esto último es lo que sucede en países ricos en hidrocarburos, como Estados Unidos o Noruega. En otros una alternativa es destinar el CO2 a la industria química o alimentaria, según explica el presidente de la Plataforma Tecnológica del CO2 y director de la térmica de La Pereda, Luis Díaz Fernández, quien apunta que aunque eso sería lo ideal, en este aspecto la investigación está "poco más que a nivel de laboratorio".

Luis Díaz considera que la apuesta principal debe ser por el almacenamiento bajo tierra y que la administración debería de subvencionar esta investigación, "porque si no, nos vamos a ver abocados a capturar el CO2 y mandándoselos a los noruegos que lo almacenarán en los yacimientos de petróleo y gas que tienen vacíos y que estarán encantados de cobrar por ello", debido a que considera que en el futuro "el mercado de derechos de emisión acabará desapareciendo, porque la idea es que no se emita".

La Plataforma celebró ayer en Gijón una jornada en la que se repasó el estado de la tecnología y las perspectivas para la captura de carbono. Unas tecnologías que hoy por hoy no se están implantando. En el caso de las centrales térmicas de carbón, porque las mismas irán al cierre para sustituirse por generación eléctrica menos contaminante.

Cosa distinta es el escenario en las emisiones de la industria, en especial las factorías siderúrgicas como las de ArcelorMittal en Asturias y la industria cementera, que en sus procesos industriales generan CO2. ¿Por qué no se aplican técnicas de captura en estas industrias? Porque hoy por hoy es más barato pagar por lo que echan al aire, comprando derechos de emisión de CO2, cuyo coste al precio actual es prácticamente la mitad que el que tendría capturar el carbono. La clave para que esto cambie es que la situación se invierta, algo que depende o bien de que se dispare el precio de los costes de emisión, que se abarate la tecnología o que en lugar de tratar el dióxido de carbono como un residuo sepultándolo bajo tierra, se le pudiera dar una utilidad, rentabilizando su captura.

A esto último podría contribuir destinarlo a la industria química o a la alimentaria. Pero estas industrias consumen cantidades ínfimas respecto al volumen de emisiones de la industria pesada. Un proyecto europeo, en el que participa el Instituto del Carbón (Incar) desarrolla la captura de CO2 en una cementera italiana. Los materiales para la captura en este sector podrían ser reutilizados por la propia industria.