Acostumbradas a aceptar el papel de cuidadoras, las madres, esposas e hijas de todo el mundo llevan décadas ligadas al abuso de psicofármacos. Aunque su consumo está ahora más debatido, en los años 70 y 80 lo normal era ver carteles y anuncios televisados de esposas felices posando con su caja preferida de antidepresivos. El colectivo de artistas "Offmothers", que rechazan esta idea de "madres perfectas", presentaron ayer en el Museo Barjola de Gijón una nueva instalación llamada "Dosis mínimas" que, recreando una jornada campestre de la época, explota cuando la mujer protagonista pierde por fin su paciencia. Estará disponible hasta el 23 de febrero.

Según explica Susana Carro, una de las componentes del colectivo, la idea era ilustrar cómo hasta hace no mucho a las mujeres se les exigía no solo cuidar de padres, esposos e hijos, sino hacerlo siempre con una sonrisa en la cara. "En las instalación mostramos un cambio metafórico; cuando una olla a presión del camping explota, la mujer cambia radicalmente y convierte una escena tranquila y campestre en una especie de discoteca", adelanta. La muestra toma como sede la capilla del museo y se centra en el detalle, mostrando varios electrodomésticos reales de la época y telas y cortinas que, de cerca, muestran estampados formados por pastillas. A ojos de Carro, el problema que esta nueva instalación critica sigue vigente. "Hemos pedido informes de salud para conocer el impacto real de esto y el consumo de psicofármacos sigue siendo más elevado en mujeres. En los hombres se ahonda antes de recetar", lamenta. La incursión de la mujer en el mundo laboral, añade, tampoco ha solucionado el problema de base: "Al final tenemos que ir al trabajo sin descuidar el papel de cuidadora, que sigue siendo nuestro. La construcción idealizada de una maternidad siempre feliz nos medicalizó durante años".