Este primer contacto "piel con piel" coincide con los últimos 45 minutos que suele tener que pasar la paciente en quirófano tras dar a luz, por lo que mientras la madre sujeta por primera vez a su hijo el resto del equipo sigue operando con normalidad para no entorpecer la cirugía. Para garantizar la seguridad del programa, además, el pequeño sale un momento de la sala para someterse una rápida revisión pediátrica que descarte posibles patologías antes de que la enfermera encargada regrese para el "piel con piel". Según había explicado en este diario Ángel Martínez, jefe de Ginecología, apostar por este gesto ayuda a eliminar hormonas de estrés del recién nacido, regular de forma natural su temperatura y a facilita la aceptación de lactancia materna. "Aunque el programa casi beneficia incluso más a las madres, porque hasta ahora en cesáreas solo podían ver durante unos segundos al niño, y sin tocarlo", añadió.
Los requisitos para poder acogerse al programa es que la madre esté de acuerdo con ello, porque puede echarse atrás si durante la operación empieza a encontrarse mal y prefiere que la seden, por ejemplo, así como que se le haya administrado solo anestesia local, denominada raquídea. De lo contrario, el protocolo se anula por el riesgo que supone que la paciente no pueda mover los brazos para sujetar al pequeño.