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El dulce gijonés que conquistó Italia

El confitero Toño Argüelles, bronce en una cita mundial de panettones: "El sector fue puntero en la ciudad, pero está deprimido"

Toño Argüelles, ayer, posando con su panettone en el local que regenta en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Una receta casera del pastelero de Gijón Toño Argüelles es, oficialmente, una de las mejores del mundo. El confitero se hizo con la medalla de bronce en la categoría clásica de panettone del concurso de la Federación Internacional de Pastelería, Heladería y Chocolatería, que tiene su sede en Roma.

El fallo hizo que ya durante la mañana de ayer se agotasen las existencias del local que regenta el varón, un negocio familiar del que el actual responsable pertenece a la cuarta línea generacional, por lo que reconoce ser un "afortunado": "La pastelería en Gijón fue puntera en los años 70, pero desde la crisis muchos locales pequeños no pudieron sobrevivir. El sector, desde entonces, está algo deprimido".

Argüelles se crió con la universidad en casa. Desde que su bisabuelo abrió el primer negocio en Laviana, la familia ha ido cediendo a sus hijos el legado y abrió su primer local en la ciudad en los años 90.

"Yo soy la cuarta y lo pude aprender casi todo de mi padre, aunque luego sí fui a algún curso a mayores y me empapé mucho de la gastronomía francesa. La influencia italiana solo la tengo con el panettone, porque aprendí a hacerlos allí", resume.

Durante un evento culinario en Gijón conoció al también confitero Lucca Cappelleti, italiano, con el que pronto hizo buenas migas. Fue él quien le rebotó el anuncio del certamen en Roma. "Yo no estaba nada convencido, en plan, ¿qué pintábamos nosotros allí para presentar un panettone? Sonaba a coña. Que está muy bueno y estoy muy orgulloso, pero en el mundo hay pasteleros 'top'. Me parecía una idea de olla, pero me apunté por la aventura", reconoce.

Su amigo estaba bastante más confiado que él, así que se vino unos días a Gijón para idear una receta conjunta y calcular bien las medidas y los ingredientes. Optaron por la receta "más clásica", que es la especialidad de Argüelles, con una masa madre que se vigila a diario. Una vez puestos de acuerdo, elaboraron cuatro ejemplares iguales y se fueron rumbo a Roma.

"Éramos igual que Paco Martínez Soria, porque temíamos que en el avión se nos aplastasen las cajas y los responsables no entendían lo que les estábamos contando", recuerda.

"Como los Óscar"

El fallo se daba a conocer en menos de 24 horas, así que la pareja se quedó en un hotel. "Esa misma noche ya recibidos el mensaje de que éramos finalistas, así que al día siguiente fuimos a la gala. Y ahí sí lo pasé fatal, como si aquello fuesen los Óscar", bromea.

El premio, sin embargo, no se le ha subido a la cabeza porque es consciente de que todos los participantes eran expertos en lo suyo y de que él tuvo la "suerte" de que el jurado coincidiese con sus gustos personales.

"En la cocina hay mucho de subjetivo. Si el jurado hubiese valorado más la imagen, por ejemplo, creo no habría ganado", asegura, ya que, aunque recuerda "haberse subido al carro de los glaseados", a día de hoy le ha declarado la guerra a los "cupcakes": "No saben a nada. Esa pastelería de Instagram no nos hace ningún favor. Todo muy bonito, pero a saber qué lleva".

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