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La Boya sigue a flote

La sociedad gastronómica, creada por pescadores y cazadores hace más de medio siglo, tiene sesenta socios

Miembros de la junta directiva de La Boya, con su presidente, José Ramón González, al fondo, a la derecha, durante la comida de ayer. ÁNGEL GONZÁLEZ

Más de medio siglo después, La Boya sigue a flote. La sociedad gastronómica, una de las más antiguas de Gijón -se fundó en 1966-, goza en la actualidad de muy buena salud. Prueba de ello son los 60 socios que forman parte de la entidad, el máximo recogido en los estatutos. También las pitanzas que se organizan en su local social, situado en la calle Ezcurdia. Pero, sobre todo, las animadas tertulias y partidas de mus y tute que se celebran tras las comidas.

Nadie queda ya -el último socio fundador falleció hace unos días- de aquel animoso grupo de pescadores y cazadores que, en 1966, alquilaron un local para poder disfrutar de sus trofeos. Fue en el barrio de La Arena, en la calle Doctor Aquilinó Hurlé. El germen del actual emplazamiento, el de Ezcurdia, que compraron entre los socios pidiendo un crédito al banco y, algunos de ellos, respondiendo de forma personal para su adquisición. De aquella época queda el escudo de la sociedad gastronómica: una escopeta y un pez, y el lema: "La Boya, siempre a flote".

La sociedad, a diferencia de otras de la ciudad, no cuenta con cocinero. "Un día cocinan unos y, otros días, otros", asegura su presidente, José Ramón González. "Cada uno tiene sus puntos fuertes, y lo hace de manera altruista", añade. Corre de la mano del cocinero la confección del menú y la compra de los ingredientes, que luego se pagan "a escote" entre todos los asistentes. Pote asturiano, fabes, marisco, pescado o comida "de aldea", a base de huevos y picadillo, son algunos de los menús.

Pero ninguno tan apreciado como la comida del pavo, que se celebra cada año el sábado anterior a Nochebuena. "Es la comida más famosa y multitudinaria del año", explica González sobre su tradición más implantada. "Cocina siempre un socio, y ya su padre lo hacía", indica. No es la única pitanza multitudinaria. Cada mes se celebra una comida social, a la que acuden todos los socios.

Más allá de eso, el local -completamente equipado con cocina y todo lo necesario para su uso- puede ser usado, previa reserva, por cualquier socio, ya que todos tienen llave, de ahí la importancia de la confianza -los nuevos socios deben ser propuestos por un socio y existe el derecho a veto-. En ese lugar cocinan, comen y disfrutan de la sobremesa. Las bebidas, desde el vino y la sidra a los licores, son comunitarias y se debe apuntar qué se consume para su posterior pago.

Además de comilonas, en la sede se llevan a cabo catas y conferencias, así como animadas partidas de tute y mus. De cara a este año, se plantea incluso la realización de un curso de cocina para que los socios compartan entre sí sus preciados secretos culinarios.

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