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"El Llar" se pone a cien

La sociedad más numerosa de la ciudad, que llegó hace años al centenar de miembros, se reúne en Somió: "Ni siquiera nos conocemos todos"

Un grupo de miembros de "El Llar", ayer, durante uno de sus encuentros. ÁNGEL GONZÁLEZ

De entre todas las sociedades gastronómicas gijonesas, solo hay una que llegue al centenar de socios. Los estatutos de la peña "El Llar" marcan el máximo de afiliados en esa cifra, que hace años que alcanzaron y se mantiene estable. "Somos la más numerosa y de las más antiguas", asegura orgullosos su presidente, José Antonio Menéndez, que explica que, a día de hoy, para que acceda un nuevo socio, "tiene que salir antes otro". Para entrar a formar parte de "El Llar" hay más requisitos: "Hay que venir recomendado por tres socios, y el aspirante debe presentarse a los demás".

La sociedad, fundada en 1963, tiene su sede en la parroquia de Somió, concretamente en la plaza de Villamanín, en un gran local con una cocina profesional. No obstante, remarca Menéndez: "Nunca nos juntamos todos porque no entraríamos". Lo habitual es que sean grupos de media o una docena de miembros las que se reúnan alrededor del mantel. Los comensales acostumbran a reservar con un par de semanas de antelación. "Aunque venga otro grupo más a comer, no pasa nada porque entramos. El problema sería la cocina: ver quién cocina, el qué y demás. Por eso, cogemos cita con antelación. Para que nada falle", relata Menéndez.

La peña ha ido creciendo progresivamente en número de socios, desde los 40 o 50 de los primeros años a los 100 que ahora suman. Es tanto el volumen de gente que forma "El Llar" que su presidente asegura que "ni siquiera nos llegamos a conocer entre nosotros". Solo se juntaron todos los socios una vez, de forma excepcional, en la celebración del 25.º aniversario de la sociedad gastronómica, cuando se reunieron para una gran pitanza en el restaurante Somió Park.

Sin embargo, lo habitual es que se reúnan en la sede social y que sean ellos mismos los que confeccionen el menú y cocinen. De entre los cocineros de la entidad, hay uno que sobresale: Joaquín Loredo. Este experimentado chef suele ser el habitual tras los fogones, quien más y mejor cocina para sus compañeros, a los que hace disfrutar de buenos platos. Entre sus creaciones más reconocidas están las kokotxas, el rabo de toro y el bacalao a la vizcaína.

"Lo importante, al final, no es tanto lo gastronómico, que también, sino reunirse y tener una pandilla amplia de amigos", asegura Menéndez, que pone el foco en las sobremesas que se conforman tras las comidas, algunas de ellas con partidas de mus incluidas. "No son obligatorias, pero sí que son tradición", zanja el presidente de la sociedad gastronómica más numerosa de la ciudad.

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