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Gijón se hunde

La falta de control sobre el descenso del terreno en parte de la plaza de Europa y en varias calles próximas

La plaza de Europa. Marcos León

El pasado mes de noviembre se cumplieron treinta años de la ruina de cinco de los seis inmuebles que se levantaban en 1989 en la manzana delimitada por la avenida de la Costa y las calles Santa Justa y de la Suerte. El suceso se denominó inicialmente como el caso de la "manzana podrida" y luego ya, de forma definitiva, como de la "manzana reseca" debido a que la causa del desastre se atribuyó a la pudrición de las cimentaciones por el resecamiento del terreno sobre el que se asentaban los edificios.

Un drama para los residentes -80 inquilinos más los comerciantes y empleados de diversos negocios sumando un centenar de personas afectadas- que comenzó la tarde del 16 de noviembre de aquel año cuando las primeras diez familias fueron desalojadas ante la amenaza de colapso del bloque que contaba con mayor volumetría, ubicado en el centro de la manzana, y el riesgo de que su hundimiento iniciase un efecto dominó que provocase el derrumbe los colindantes. La Alcaldía siguiendo indicaciones técnicas ordenó en los días siguientes el desalojo de toda la manzana y antes de que terminase el año comenzó el inicio de la demolición del número 20 de la avenida de la Costa, el más dañado, camino que seguirían el resto de construcciones afectadas unos meses más tarde, salvo el número 22 de esta vía, a los que habría que añadir poco después otros dos en la calle Mieres.

Aunque el Ayuntamiento de Gijón inició un proceso de expropiación que acabó siendo tumbado en los tribunales, resulta llamativo que no se abriese ninguna investigación que determinase el motivo cierto de los daños, en gran medida porque el rápido derribo de los inmuebles impidió un estudio detallado de su estructura que fuese concluyente. Algunos técnicos apuntaron desde el inicio del caso que el detonante del desaguisado había sido el bombeo masivo de agua realizado unos pocos años antes durante las obras de construcción del edificio ubicado entre la calle de la Suerte y las avenidas de la Costa y Schulz, de hecho las primeras grietas en la zona ya había comenzado a aparecer en 1987. Y la hipótesis parece plausible ya que encaja con lo acontecido.

Toda esta zona fue antiguamente parte de la ciénaga del Humedal, por lo que el subsuelo se compone de capas de arena y turba saturadas de agua que alcanzan profundidades de entre seis y ocho metros. Hasta bien entrado el siglo XX la manera tradicional de edificar sobre este tipo de terrenos pasaba por sustentar las cimentaciones sobre pilotes de madera clavados en tierra hasta llegar a la roca, sistema constructivo secular utilizado en muchas ciudades históricas ubicadas sobre suelos poco firmes con Venecia como caso más conocido.

Casi la totalidad de las fundaciones de los edificios de la "manzana reseca" -levantados entre las décadas de los años 30 y 40 del siglo XX- eran así y permanecieron inalterables mientras el nivel freático de la zona se mantuvo estable. El achique en sus inmediaciones secó el terreno permitiendo la entrada de aire iniciándose la pudrición de los pilotes de madera que daban soporte a estos edificios abocándolos a la ruina. El único inmueble que resistió, el 22 de la avenida de la Costa esquina a la calle Santa Justa, lo hizo precisamente por ser también el único que contaba con una cimentación de hormigón. Aun en la zona pueden verse dos edificios históricos muy deteriorados por esta degradación de sus cimentaciones: el palacete ubicado junto al museo Nicanor Piñole y el edificio ubicado al otro lado del parque infantil donde radicó la mercería El Jazmín y residió este mismo pintor.

Tres décadas después de aquel acontecimiento un paseo por la zona nos muestra una evidencia: esa parte de Gijón vuelve a hundirse pero ahora hablamos del terreno.

No es algo reciente pero sí que desde hace un par de años se acusa más. Especialmente llamativa resulta la situación de la avenida de la Costa a la altura de su entronque con la calle de la Suerte ya que la calzada ha ido asentándose de forma diferencial en distintos puntos, destacando el surgimiento de un gran badén seguido de un importante resalte en la mediana de la avenida que, si hace un lustro era algo leve, ahora constituye ya un evidente peligro para la circulación.

En las proximidades, un paseo por la calle Mieres desde la confluencia de la calle La Argandona hasta la de Prendes Pando deja a la vista desniveles en la acera y fisuras de varios centímetros en el entronque entre esta y los edificios de los números pares de esta vía, mientras que en el tramo de los números 20 al 25 de la plaza de Europa, la acera y el muro limítrofe con la zona del parque infantil son una ondulación continua, al igual que el patio del museo Piñole.

Lo más llamativo es que no parece que nadie esté vigilando esta anomalía que, en primer término, hace dudar si la causa del drenaje del terreno es el túnel del metrotrén que discurre bajo la avenida de la Costa y si la inundación del mismo y su posterior vaciado efectuado el pasado año tienen relación con los evidentes movimientos ocurridos en superficie. En este caso bajo las calles no hay pilotajes de madera pero lo que si se puede estar produciendo es que la pérdida de agua del subsuelo haga que este pierda volumen y se compacte, descendiendo la superficie de nivel. Otra opción es que las importantes estructuras subterráneas que se han venido realizando en la zona desde finales del pasado siglo puedan haber favorecido la concentración de corrientes de agua subterráneas que hayan removido parte del terreno.

Mediada la primera década de este siglo y precisamente debido a las obras del citado túnel se hicieron en la zona decenas de sondeos que, sin duda, podrían servir comparativamente con otros nuevos para ver en qué ha variado el subsuelo y saber si lo que ahora es una molestia puede acabar siendo un problema serio. En todo caso, colocar ya una señal advirtiendo del peligro del perfil irregular de la calzada en la entrada a la avenida de la Costa desde Constitución no vendría nada mal y, a la par, atender a que si partes de la ciudad se enfrentan al riesgo de la subida del nivel del mar paradójicamente en esta zona nos encontramos con el problema del descenso del nivel del terreno. La cuestión ahora es prestar ya atención a este Gijón que se hunde.

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