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Las pintadas devoran Cimadevilla

Los vecinos del barrio alto quieren impulsar un proyecto de arte urbano para decorar sus paredes ante el aluvión de actos vandálicos

Las pintadas devoran Cimadevilla

Laura Castaño regenta una carnicería en la calle Rosario, en Cimadevilla. Cada fin de semana su negocio amanece con nuevas pintadas. Le han dibujado esvásticas, frases ofensivas y hasta un alegato vegano en contra del consumo de carne. Como ella, decenas de vecinos se enfrentan al mismo problema en el barrio alto, donde cuesta encontrar una pared limpia. "Hace falta más vigilancia", reclama Sergio Álvarez, el presidente de la asociación "Gigia". Y no solo, el colectivo medita recuperar un proyecto de arte abierto urbano para sustituir los garabatos por murales que representen la esencia marinera.

Las pintadas en Cimadevilla han ido a más en los dos últimos años. Los vándalos no solo son muy activos. También son ágiles, como lo demuestran sus "obras" a la altura de primeros y segundos pisos en algunas fachadas. Los vecinos piden atajar el problema con dos recetas. La primera, vigilancia. "Se echan en falta más patrullas policiales por las calles del barrio", indica Álvarez, que ya se ha puesto al corriente al Ayuntamiento del problema.

Y la segunda hacer de los problemas, oportunidades. Los vecinos quieren canalizar la creatividad hacia vías más constructivas y estudian recuperar la galería de Arte Urbano, un proyecto frenado burocráticamente hace años para llenar las paredes de Cimadevilla de murales sobre su idiosincrasia. "Al ser el barrio Bien de Interés Cultural, la cosa quedó en nada por una mala gestión", lamenta el presidente de "Gigia".

Las pintadas no solo se ceban con las paredes de las viviendas. Tampoco perdonan a los negocios, donde cunde una mezcla de malestar y resignación. "No me compensa ni quitarlos porque me van a volver a pintar la pared, no me compensa", lamenta Luis Higinio Santurio, dueño de una sidrería en la calle Rosario. "Son horrorosas. Y lo peor: muchas de ellas no se pueden quitar", añade Belén Vega, regente de un taller de artesanía textil.

Las pintadas tienen un tiempo de vida corto en Cimadevilla. Los empleados municipales de la limpieza han optado por dar una mano de pintura sobre los garabatos para, al menos, camuflarlos. El problema es que rara vez el color de la nueva pintura se corresponde con el antiguo de la pared. Así las cosas, por las calles de Cimadevilla se pueden ver multitud de fachadas con brochazos de distinta tonalidad, como si fueran remiendos. "Igual el que limpia la pared es daltónico, porque casi queda mejor la pintada", ironiza Santurio.

Los vecinos tienen bien localizado el problema. Normalmente, las pintadas aparecen con más frecuencia los fines de semana. Los residentes aseguran que casi todos los garabatos se hacen pasadas las cuatro de la madrugada. "Nunca vi cuando salgo a nadie pintando, así que debe ser ya de madrugada. Hay sitios donde hay cámaras, así que se podría hacer un seguimiento de manera sencilla", añade Belén García, la vicepresidenta de "Gigia" de Cimadevilla, un barrio que está siendo devorado por las pintadas.

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