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ARMANDO GONZÁLEZ SUÁREZ | Empresario y escritor, publica "Los imprevistos"

"Todos somos en el fondo cuentistas, nos contamos cosas y también a los demás"

"Mi libro surgió de la total inconsciencia; el otro día vi a un señor en silla de ruedas entrar en un sex shop: ahí hay un imprevisto, un relato"

Armando González, ayer, junto a la obra de Guillermo Peñalver que incluye en la portada de su libro. JUAN PLAZA

El empresario Armando González Suárez (Gijón, 1953) acaba de publicar un singular libro de relatos, "Los imprevistos" (Trea). Una sorpresa en una persona más conocida hasta ahora por regentar una conocida tienda de la ciudad y por su dedicación al arte. Como pintor, expuso en la Fundación Alvargonzález. Y su mujer y su hija dirigen la galería Gema Llamazares, donde se presentará el próximo jueves como escritor novicio.

-¿Qué es "Los imprevistos"?

-Los imprevistos tienen mala fama, los asociamos a tener problemas. Es una mala fama injustificada; en realidad, los imprevistos nos ayudan a mejorar. La vida está llena de imprevistos y microimprevistos cotidianos en los que entra la ensoñación y el relato.

-Usted pone el foco precisamente en esos pequeños imprevistos...

-Sí, en los de la gente normal. Y es que nos pueden cambiar la vida, aunque suceden para bien o para mal. En mi libro hay un humor negro, cáustico, que ofrece las vertientes negativas como catarsis, como vía de mejora y renacimiento.

-¿Sucesos en los que interviene el azar?

-En todo imprevisto, creo, hay algo de azaroso. Pero el azar es siempre derivación de hechos que te atañen. En algunos de mis cuentos los personajes llegan a controlar esos imprevistos, aunque se dan cuenta de que la vida es más bonita sin esa intervención.

-¿Un elogio del azar?

-Sí, el azar forma parte de la vida e intentamos dar la batalla, por ejemplo a través de las tecnologías, para que desaparezca. Las tecnologías nos dan un cierto confort a base de eliminar imprevistos. Para mí, la tecnología es una rama bastarda de la ciencia por su capacidad para manipularnos; nos hace más blandos, más manejables, al ir borrando los imprevistos.

-¿En estos relatos hay también una crítica a las nuevas tecnologías?

-Mucha crítica. Muchos de estos relatos están inspirados por las redes sociales, los teléfonos móviles, la personalidad digital...

-¿Cómo surgió el libro?

-Por decirlo con un poco de humor: de la total inconsciencia. De repente me vi escribiendo cosas que tenía archivadas en mi cabeza. Y es que en el fondos todos somos cuentistas. Nos contamos cosas y las contamos a los demás. De repente, empezaron a fluir estas historias. La observación es importante. Por ejemplo: el otro día vi a un señor aparcar su silla de ruedas enfrente de un sex shop, al que entró apoyándose en unas muletas. Estuve tentado de entrar para ver qué pasaba. Ahí hay lo que llamo un "imprevisto", un relato.

- Publica su primer libro con 66 años. ¿Nunca sintió deseos hasta ahora de escribir?

-Tiene que ver con la parte creativa que todos tenemos. He dibujado y pintado siempre, pero lo dejé hace tres o cuatro años sin que estén claros los motivos. Desapareció aquella necesidad. Después surgió la idea de hacer un diccionario muy personal, que está ahí. Definición de "negro": Cuerpo opaco a los derechos". O de "África": Lugar al que se iba por esclavos que ahora vienen solos".

-Humor corrosivo...

-Lo reconozco. Hablo de la muerte, de desgracias... Después de ese diccionario surgieron estos relatos. De una palabra, por muy humilde que sea, puede surgir una historia.

-¿La literatura como sustituto de la pintura y el dibujo?

-Creo que sí, que es una continuación por otros medios. Responde a lo mismo: una necesidad de contar cosas.

-¿Dejó de dibujar y pintar por autoimposición?

-No, simplemente lo dejé porque no me apetecía hacer nada. He leído siempre mucho, desde niño, y más desde que dejé de pintar. Una especie de inmersión.

-¿El libro es, en este sentido, el fruto de un lector avezado que decide de pronto escribir?

-Creo que sí. Después de leer durante sesenta años, igual todo eso caló en mí. Y la necesidad de seguir con algo creativo.

-¿Y en una casa de galeristas de arte qué le dicen por ese paso de la pintura a la literatura?

-Están acostumbradas, después de tantos años, a mis rarezas. Deben pensar: "A papá le dio por ahí y no da mucha guerra, no molesta, es pacífico... Que siga".

-¿Y sigue escribiendo?

-Pues sí. Llevo ocho meses con una novela, una especie de locura que me ha entrado a partir de otra observación: ¿por qué los asilos no están al lado de las guarderías?

-¿Sus autores de referencia?

-De los cuentos de Kafka a los de Bowles. Los norteamericanos son cuentistas maravillos: Mark Twain, Steinbeck o Hemingway. Ahora leo mucho ensayo.

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