La residencia La Golondrina, construida para atender a personas mayores con pocos recursos y que no sean dependientes, está hasta arriba. De 62 plazas con que cuenta, 60 están llenas y la semana que viene ingresará un matrimonio en la última habitación que queda libre. "Hay mucho movimiento, aunque sospechamos que este recurso no se conoce lo suficiente", reflexionan Luis Torres y Pedro Lantero, presidente y tesorero, respectivamente, de la Asociación Gijonesa de Caridad.

El centro, en Somió, se creó para dar cobertura a quienes menos ingresos tienen: de hecho, la media de las pensiones de la mayoría de sus usuarios es de poco más de 400 euros, y por ello "ampliar sería lo ideal", apuntan, porque en su día el centro se diseñó para duplicar su capacidad. Se hizo gracias a la herencia millonaria de Luis Bango, que finalmente quedó retenida en parte en un fondo inmobiliario suizo, por lo que la ampliación nunca llegó a ejecutarse pese a la necesidad de hacerlo. "Somos un recurso intermedio que da un servicio que no existía: mucha gente está aquí un tiempo hasta que tiene plaza en el ERA, y somos los únicos que hacemos de paso intermedio", sostienen.