El dibujante Alfonso Iglesias, creador de Pinón, Telva y Pinín, escribía en 1955: "Y de todas las personas / que conmigo convivieron / hay una que se agiganta / a través que pasa el tiempo: / la figura venerable / de D. Pablo, mi maestro". El don Pablo de estos octosílabos asonantados no es otro que Pablo Miaja Fernández, enseñante asturiano de ideario institucionista que fue, además, la persona a quien las autoridades republicanas encargaron en 1937 la evacuación por mar, desde El Musel y hasta la URSS, de los 1.092 "niños de la guerra". "De su legado, siguen vigentes el afán por la innovación escolar y la mejora de métodos", aseguró ayer el historiador y profesor jubilado Leonardo Borque. Éste acaba de publicar un enjundioso libro, que presentará mañana en el Ateneo Obrero, sobre el maestro ovetense nacido en 1876 y fallecido en 1957.

Editado por el sello gijonés Impronta, "Pablo Miaja. Una escuela para la armonía social" propone el retrato ajustado de un pedagogo que vio en la escuela una herramienta fundamental para el crecimiento personal y la mejora de las relaciones entre individuos provenientes de distintas clases económicas. De ahí lo de la "armonía social". "Fue un gran batallador por la escuela nacional, por la educación laica y por la transmisión de valores como el amor al prójimo", resumió Borque.

Pero estas páginas no sólo ofrecen la pesquisa vital de un educador que era paradigma, en muchos sentidos, del tipo de maestro que la II República buscaba para sus aulas. Incluyen también una serie de artículos, rescatados por Borque, en los que se apunta el pensamiento y las inquietudes de Pablo Miaja. Por ejemplo, sus consejos para combatir los males del alcoholismo; su preocupación por la "fatiga metal" que pueden sufrir los alumnos a los que se carga con demasiada labor; la importancia que concede a las bibliotecas circulantes para erradicar el analfabetismo generalizado entre los españoles de entonces, o el concepto de "patriotismo" que desliza en el articulo homónimo publicado en enero de 1919 en "La Escuela Moderna". Cita ahí a Joaquín Costa, el patrón del regeneracionismo, y escribe: "El patriotismo no supone odio al extranjero". Una convicción que hoy, como entonces, conviene recordar.

Borque llegó a Pablo Miaja, que era primo carnal del general José Miaja -el estratega de la defensa de Madrid frente al avance de las tropas franquistas-, por otros trabajos que ha dedicado a maestros como Julián Campo o Carlos Tamargo. Soriano de 1945 avencindado en Asturias desde hace más de cuatro décadas, su tesis doctoral se tituló finalmente "El magisterio primario en Asturias". En 1997, obtuvo el premio "Padre Patac" por el estudio "Bibliotecas, archivos y Guerra Civil en Asturias". Pablo Miaja era alguien que tenía como uno de sus principios pedagógicos el respeto a la conciencia del niño. Creía, como recordó ayer su biógrafo, en que la escuela debe transmitir valores que orienten hacia la convivencia y el respeto. Había batallado incluso durante la dictadura de Primo de Rivera por una escolarización coherente con ese ideario (llegó a dimitir como concejal), así que no le resultó fácil aclimatarse al estalinismo que halló a su llegada a la entonces URSS.

Había salido de El Musel con aquellos 1.092 niños, en el carguero "Deriguerina", el 23 de septiembre de 1937. Huían del hambre, las necesidades y los bombardeos. "En la URSS dejó de ser el director de la expedición porque vio cosas que no le gustaban", señaló Borque. Marchó a Argentina y finalmente regresó a Oviedo, donde sufrió ostracismo hasta su muerte.