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JOSÉ MANUEL NAVIA | Fotógrafo, presentó su último libro en la Laboral

"Las fotos de 'Alma Tierra' son un homenaje a la cultura campesina y a los que resisten"

"La fotografía es memoria y el intento de parar el tiempo, aunque esté condenado al fracaso"

José Manuel Navia, ayer, en una rampa de la playa de San Lorenzo. J. PLAZA

José Manuel Navia (Madrid, 1957) piensa que la tradición y la cultura nos hacen menos manejables por los demagogos de las ideologías. El fotógrafo, uno de los mejores de su generación, presentó ayer en la Laboral su libro "Alma Tierra", una morosa visitación de los territorios de la España abandonada. Impartirá este fin de semana, además, un taller.

-Ha contado que el libro empezó a gestarse en 2009 en las tierras altas de Soria. Faltaban años para que Sergio del Molino publicara "La España vacía"...

-El mundo rural y la cultura campesina me han interesado siempre, así que los he fotografiado desde que tenía mis veinte años. Un libro que me marcó -también a otros de mi generación- fue "La lluvia amarilla", de donde surgió mi amistad con su autor, Julio Llamazares. Se publicó en 1988 y fue ya un aldabonazo, cuando estábamos con la "movida" madrileña. En "Alma Tierra" hay un homenaje al mundo de "La lluvia amarilla". Y, también un poco por influencia de Julio, fueron fundamentales esas tierras altas sorianas. En el 2009 hicimos allí un trabajo periodístico para una revista.

-¿Una atracción?

-Sí, es un mundo que me fascina. Me doy cuenta de que asistimos a los estertores de una época, porque es zona, además, de ganaderia trashumante. Me planteo entonces este trabajo; poco a poco, con años por delante. Pero hay dos hechos por los que decido volver con mayor intensidad sobre el proyecto: el libro de Sergio, que es quien pone nombre al problema con ese gran hallazgo del título; y el toque de la Unión Europea al Gobierno español, de aquella del PP, por nuestros datos demográficos de la España interior, término que me gusta más. El proyecto toma cuerpo porque Acción Cultural Española decidió apoyarlo y me permitió dedicarle dos años.

- Le copio a Llamazares, precisamente, dos preguntas que incluye en su texto de "Alma Tierra" ¿El libro es una elegía, un alegato, ambas cosas?

-Claro, creo que es ambas. Y en una nota final digo que es, también, un homenaje. Y lo es en un doble sentido. Por un lado, a las personas que ya no están, a una cultura campesina en trance de desaparición o que ha desaparecido ya; como decía (Julio) Caro Baroja, a una forma de vida, o sea, un homenaje a la memoria de los que ya no están. Miguel Delibes se preguntaba de qué sirve preservar un territorio si no siguen allí las personas que dan nombre a la montaña. Y, por otro, es un homenaje a los que resisten y son, en muchos casos, auténticos héroes. Gente que se empeña en vivir en su mundo pese a la desidia de las administraciones y los urbanitas. Y, además, a quienes han decidio vivir en el campo sin desempeñar en muchos casos un trabajo campesino. Es mi caso, que me he trasladado a un pueblo de Toledo.

- ¿Su libro es, en ese sentido, la visión de un urbanita o a la de alguien a medio camino entre la ciudad y el agro?

-Lo ha definido exactamente: es una visión a medio camino, mestiza. Como tantos madrileños, vengo de dos familias de origen rural: gallego, en el caso de mi padre, y andaluz en el de mi madre.Y, luego, porque nací en un barrio del extrarradio de Madrid en el que había vaquerías y se cultivaba cereal. De niño, jugaba al fútbol en lo que es hoy la M-30. Y de vacaciones me iba con una tía a un pueblo de Albacete. Como fotógrafo he trabajado en ámbitos urbanos, pero he estado siempre interesado por el mundo rural. He intentado que los propios habitantes de la tierra me den la visión del libro.

-En su título añade a la palabra "Tierra" la de "alma"...

-La literatura, el ensayo, la antropología... son las guías a partir de las que fotografío. Para mí, la relación entre palabra e imagen es fundamental. Entre las lecturas que elegí para deambular por la España interior con mi viejo coche y la cámara, en soledad pero acompañado por las gentes de los lugares, estan los maravillosos "Cantos" de Leopardi. En "A Italia" incluye dos versos extarordinarios: "¡Ah! ¡Si yo aquí yaciera y si regado/ hubiera con mi sangre esta alma tierra!". ¿Qué es el alma de la tierra? Sus gentes, sus pobladores. Lo plasma bien Julio (Llamazares): cuando desaparece la gente, muere el alma de la tierra".

-Una idea que está en su obra.

-Me importa mucho, sí. Los fotógrafos de mi perfil trabajamos con esa idea de la memoria. La fotografía es tiempo y memoria; un intento condenado al fracaso, pero un intento de parar el tiempo.

-Y de enriquecer la realidad...

-No sé si tanto; dejémoslo en transformarla. Pero está esa batalla contra el tiempo.

-En el libro hay también algunas imágenes de Asturias, donde también se ceba el desploblamiento.

-Y que también ha sufrido, al igual que el norte de León, modernos dramas como el final de la minería. Hay una parte del libro, un 25 por ciento, que tenía hecha. He revisitado lugares casi cuarenta años después: la hija de una alfarera de Zamora, por ejemplo, que sigue en el oficio. En el caso de Asturias ocho años atrás había hecho con Pablo Antón Marín Estrada, escritor amigo con el que colaboré en trabajos sobre Portugal o Unamuno, obra sobre los vaqueiros de alzada. Esas brañas también están muy afectadas por la despoblación, así que utilicé esas imágenes.

-En algún momento ha dicho que la fotografía es una manera de vivir. ¿Es aún eso?

-Sí, no distingo. Este fin de semana voy a estar en Gijón hablando de fotografía. Y ha sido así desde que tengo veinte años. Mantengo el entusiasmo porque lo necesito y porque lo disfruto. Conrad, ya mayor, decía que al mirar atrás se daba cuenta de que había perdido las ilusiones, pero que la fascinación seguía intacta. Eso es lo importante: no perder la fascinación.

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