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Una familia de Gijón, atrapada en Roma: "El Consulado dice que nos busquemos la vida"

María Pilar González y sus hijos están entre las decenas de españoles abocados a regresar en barco o por carretera, tras cancelarse los vuelos

Españoles a las puertas del aeropuerto romano de Ciampino, ayer por la tarde. EFE

El veto a los vuelos comerciales directos entre España e Italia ha dejado atrapados en Roma a la gijonesa María Pilar González y a sus hijos, de 26 y 21 años. El avión en el que debían regresar está afectado por las cancelaciones y ayer, en el Consulado, donde coincidieron con decenas de compatriotas en la misma situación -cerca de setenta, según María Pilar González-, no les dieron más alternativa que regresar en barco o por carretera, por su cuenta, y les emplazaron a volver a la sede consular hoy, a las 9 de la mañana.

Desde la capital italiana y vía telefónica la gijonesa relató a LA NUEVA ESPAÑA que en cuanto tuvieron noticia de que su avión no saldría, llamaron al Consulado de España en Roma. Consiguieron hablar con su personal una primera vez, les mandaron telefonear más tarde y ya nadie les cogió el teléfono, según refiere, así que decidieron personarse en la sede consular. "Allí nos encontramos con otras sesenta o setenta personas, todas igual. No nos han dado ninguna opción, nos han dicho que nos arregláramos, que nos buscáramos la vida, porque habíamos venido de turismo y sabíamos a lo que nos ateníamos", refirió González. Entre los españoles retenidos en Italia, cuenta que ha visto incluso a un grupo de escolares. "No nos facilitan la vuelta en ningún sentido, y el consulado no tiene ningún protocolo de actuación para este caso", se quejaba.

La asturiana explicó que cuando emprendieron el viaje, ella y sus hijos, el pasado domingo, comprobaron previamente la situación de los vuelos: "Me dijeron que no había ninguna restricción". Ayer intentaban buscar una salida para regresar a casa, pero por aire les resulta imposible: "No conseguimos vuelos, hemos intentado volar por Austria, Checoslovaquia, Bélgica?Imposible, hoy están todos ocupados y mañana no sabemos qué pasará". Contó que en el Consulado les recomendaron regresar por carretera o en barco, y esa era la opción que valoraba la familia gijonesa ayer a media tarde: alquilar un coche y salir por Francia, vía Marsella. El Consulado les confirmó que podían salir por allí, según María Pilar González.

Por lo demás, esta gijonesa asegura que en Roma "la vida es normal". "Lo que sí hay es una restricción muy severa, que se cumple a rajatabla: mantener un metro de distancia. Se ve en los restaurantes, en los bares, los camareros no se acercan a ti, la Policía tampoco, eso se lleva muy a rajatabla, en las tiendas, a la entrada de los monumentos?", explica.

Este viaje a Roma le hacia especial ilusión a esta familia gijonesa. "Ahora no lo vamos a olvidar", ironiza María del Pilar González, quejosa de la actitud del Consulado: "Los cónsules no solo están para acudir a los actos oficiales, creo yo; también deberían ocuparse de facilitar las cosas en una emergencia como esta".

La ovetense Sara Hevia reside en Roma desde hace 14 años, y como todos los italianos que cumplen con las restricciones, está aislada con su familia. "La situación es muy crítica, muy grave. De ayer a hoy ya hay 1.000 contagiados más", relata a LA NUEVA ESPAÑA. "A partir de hoy, tenemos unos documentos que hay que cubrir para justificar si salimos de casa y para qué. En la calle hay pánico. La gente no cumple con las medidas de prevención y asaltan los supermercados. Una verdadera histeria colectiva", asegura.

"Está restringido el acceso a los establecimientos. Según su dimensión, hay que entrar de dos en dos, de tres en tres o en grupos de 10 o 15. Se mantiene la distancia de un metro entre las personas, y de 1,5 metros de distancia entre las mesas de las cafeterías, bares...".

La histeria, añade Sara Hevia, se ha desatado incluso en las prisiones, con motines simultáneos en 27 cárceles contra las medidas antivirus, que incluyen la restricciones de visitas familiares.

La gijonesa Paula Fernández Álvarez regresó hace unos días a Gijón al tener que abandonar el máster de alta moda "Llevábamos ya unas semanas con el drama del coronavirus, pero no se le daba más importancia que lavarse las manos porque los casos graves estaban en el norte. La Universidad siempre nos dijo que no había de qué preocuparse". Pero el martes la situación cambió y se anunció el cierre de la escuela hasta el día 15. "No vuelvo por miedo al 'corona', sino porque allí no tengo medios para seguir trabajando en los proyectos si me cierran la escuela y aquí sí''. Aún así, ha perdido la oportunidad de entregar un proyecto para el Museo de Balenciaga la próxima semana.

La estudiante llegó a Gijón el jueves día 5 tras hacer escala en Madrid y no vió ninguna medida de contención en los aeropuertos. Ayer recibió un correo de la escuela diciendo que el cierre se podía prolongar hasta abrirl según como evolucione el virus, y que tratarán de buscar recursos para que los estudiantes puedan tener clases online y desarrollar los proyectos.

"Yo salí de Roma a tiempo, antes de que empezara el caos, pero creo que los jóvenes más que estar preocupados por el 'corona' lo están por el colapso. La mayoría de los que nos hemos ido a casa no ha sido por miedo, sino porque puestos que nos encierren pues nos vamos a casa, que siempre va a ser más fácil de llevar el aislamiento en tu país, si es necesario hacerlo", asegura Paula Fernández.

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