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Las noches gijonesas, más serenas que nunca

"Estamos en alerta porque son momentos propicios para los cacos", afirman los serenos, que mantienen el servicio diario

Una trabajadora de Serenos Gijón, al inicio de la calle Marqués de Casa Valdés, completamente vacía. AURORA MONTES / SERENOS

La soledad en las noches de trabajo de los serenos de Gijón se ha hecho más intensa desde que los ciudadanos viven confinados en sus casas por el estado de alarma decretado ante la pandemia mundial por el coronavirus, que también ha obligado a cerrar hoteles y establecimientos hosteleros. Lo peligroso de la situación no impide que estos trabajadores sigan cada noche al pie del cañón, cumpliendo con sus labores habituales y ofreciendo sus servicios a los cuerpos de seguridad y a las administraciones públicas. "Está todo vacío, no se ve nada salvo los coches de la Policía y poco más; impresiona y da pena verlo todo tan desierto", desvela Gema Nogal Fernández, que lleva tres lustros en la plantilla de Serenos y estos días recorre el barrio de El Llano. El servicio a la ciudadanía se mantiene intacto, pero amoldado a la situación actual.

Las labores diarias de la plantilla, que roza las cuarenta personas, implican también una redistribución de las zonas que peinan para facilitarles el trabajo durante el estado de alarma. "Por lo general vamos rotando, pero ahora nos acercan los puntos de trabajo lo más posible a nuestras casas", explica Celia Villaverde Prendes, con trece años como sereno a sus espaldas. El motivo es garantizarles la posibilidad de que puedan solventar sus necesidades o tomarse un café para calentarse, porque el momento actual no es como en situaciones normales, donde todos conocen los bares u hoteles en los que les pueden ayudar a pasar las noches. "Hay algunas zonas que tienen máquinas que expenden cafés, pero el que quiera también puede llevar un termo o un zumo o un bocadillo; ahora, con esta distribución, nos resulta a todos más sencillo", apunta Gema Nogal.

Lo más complicado para ellos es precisamente la ausencia de personas en la calle a las que poder ayudar como hacen habitualmente. Nadie les requiere ni les pregunta por una dirección. Tampoco realizan labores de acompañamiento a empleados con horarios nocturnos -un servicio al alza, especialmente solicitado por trabajadoras de hostelería en los últimos años- y eso se les hace especialmente extraño. "Estas noches están siendo totalmente inusuales porque hay poquísima gente", aporta Francisco Javier Climent, que lleva cinco años vistiendo el chaleco amarillo. "La labor sigue siendo la misma, pero no encontramos gente; como mucho vemos a cuatro personas paseando el perro", añade. "Seguimos comprobando que esté todo cerrado porque siempre hay algún despiste; y si hay anomalías llamamos a la policía, pero estos días no encuentras a nadie", reconoce Climent. "Dentro de lo anormal de la situación, estamos trabajando con normalidad, pero todo está desierto; eso sí, nosotros seguimos aquí por si hiciera falta el apoyo a la policía o a quien sea, a cualquier persona que se ponga mala, como siempre", añade por su parte Celia Villaverde, que estos días recorre La Calzada.

Los serenos también cuentan con medidas de seguridad para reducir el riesgo de contagio lo más posible. Todos ellos van con guantes durante su estancia en la calle y mantienen la distancia de metro y medio de seguridad, también entre ellos y en el caso de tropezarse con algún ciudadano. En definitiva, todas las medidas establecidas por las autoridades sanitarias. Además, disponen de espacios de descanso compatibles con las restricciones fijadas. "De momento todo está tranquilo y va bien; aunque estamos pendientes porque pueden ser noches propicias para los cacos, pero de momento no hemos visto nada estos días que haga que tengamos que avisar a la policía", confirma Celia Villaverde. Su estancia en la calle, eso sí, se ha reducido en dos horas y ahora trabajan de doce de la noche a seis de la mañana.

En estas primeras noches con el estado de alarma vigente todos coinciden en que son escasos los incidentes. "Pero algo siempre hay", apuntan. El más anecdótico, describe Gema Nogal, tuvo lugar en el barrio de La Arena. "A un compañero le tiraron la noche del martes un huevo desde una ventana, y al acercarse vio que los coches estaban manchados con más huevos que alguien había tirado", relata. "El sereno logró localizar la ventana y avisó a la policía, que preguntó a los vecinos y dieron con el responsable; era un joven de 17 años que vivía con su abuelo y por el aburrimiento de estar encerrado en casa no se le ocurrió hacer otra cosa, pero seguro que del susto de ver a la policía no lo vuelve a hacer", bromea Gema Nogal, que junto con el resto de la plantilla de serenos seguirán velando cada noche por los ciudadanos.

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