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Tres décadas de un emblema local La visión de los expertos asturianos

El símbolo que une a los artistas

El "Elogio" pasó del rechazo inicial a la aceptación, hasta convertirse en - "el icono artístico más importante de la ciudad" para gijoneses y turistas

Vista desde el mar del "Elogio del horizonte", sobre el cerro de Santa Catalina. JUAN PLAZA

De extraño invasor a símbolo. Del rechazo al cariño. De la extrañeza a la añoranza. De girar la mirada a la fotografía más buscada de la ciudad. El "Elogio del horizonte", la imponente obra de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002), ha pasado en estas tres décadas de vida por un proceso de adaptación. Como un extraño que llega, con toda pomposidad, a un nuevo lugar. Lo explica a la perfección, con una cuidada y esmerada metáfora, el artista asturiano Francisco Fresno: "Con el 'Elogio' pasó como con un extranjero que llega a un pueblo pequeño. Al principio todos le rechazan, le miran mal, porque de una forma u otra les trastoca su día a día, sus costumbres. Pero, al final, acaba teniendo un mote". Y así ocurrió con la elipse sobre los pilares que comanda el cerro de Santa Catalina: de ser repudiada, a buscarle un "cariñoso" sobrenombre: "el váter de King Kong".

"Ha quedado bien afirmado como el icono más importante de la ciudad en lo artístico", resume Fresno (Villaviciosa, 1954), pintor y escultor, "una obra actualmente tan valorada por los gijoneses como por quienes visitan la ciudad desde fuera". Algo que no siempre fue así.

"Los inicios del 'Elogio' fueron polémicos, como ocurre con todo lo extraño, sobre todo entre quienes no tienen tanto conocimiento del arte contemporáneo", relata Fresno. Una extrañeza, un rechazo, que no fue único al mundo del arte, sino que se palpaba a pie de calle. "Cuando algo modifica nuestros espacios más asumidos, tarda en asentarse en nuestra mente", explica el artista maliayo. Pero con el paso del tiempo, y a fuerza de verlo, eso cambió. "El rechazo mudó en lo contrario: aceptación".

Para Fresno, en el caso del "Elogio", como ocurre con otras grandes obras, entre ellas alguna de Chillida -véase el donostiarra "Peine del viento"-, "la idea que transmite es inseparable del entorno", haciendo especial hincapié en esa "gran peana que eleva la escultura al horizonte que lleva en el título" que conforma el cerro de Santa Catalina.

El artista asturiano resalta de la obra de Chillida "el gran marco en forma de abrazo" que conforma el "Elogio", pero también ese "juego de escalas que se crea: la humana, la de la propia obra y la extensión de lo terrestre hacia el horizonte".

Gracias a todo ello, los gijoneses ya tienen "interiorizado" el "Elogio", que "ya forma parte de la ciudad". Algo que se da así debido a que "la obra da sentido al espacio, que lo convierte en lugar y le da un significado".

"Funciona muy bien como símbolo de Gijón", zanja el escultor Pablo Maojo (San Pedro de Ambás, 1961), que ahonda: "No sé si es el símbolo ideal, pero sí que es el símbolo que unió a todos los gijoneses, con lo difícil que es eso". De esta forma, Maojo celebra que "lo importante es que alguien como Areces se preocupase de buscar algo que uniese a la gente, para hacer pueblo". Algo especialmente necesario en una época como la de hace treinta años, en plena reconversión industrial. "Al principio fue muy polémico. La gente solo pensaba en lo caro que había sido, y eso que no es una obra cara", explica.

Para Maojo, el mejor perfil de la obra es desde el mar. "Ayuda a descubrir la ciudad desde la costa", enfatiza, "solo funciona en ese lugar, en otro lado no lo haría, recogiendo los sonidos marinos".

Así lo cree también el artista gijonés Avelino Sala (1972). "La pieza de Chillida es un símbolo maravilloso para Asturias; él mismo reiteró a lo largo de su carrera que era una de sus piezas fundamentales, uno de sus 'centros'", explica Sala, "Chillida acude al horizonte como la patria de todos los hombres". Además, ahonda, "que la pieza se levante sobre unos búnkeres de la Guerra Civil no deja de ser una metáfora maravillosa de que sobre la violencia, la muerte o el desastre, aun hay espacio para que surja la belleza con la potencia de una obra como esta". Una obra que, además, a Sala le toca muy de cerca. "Para los que tenemos los orígenes en Cimadevilla, el 'Elogio' es un paradigma, una pieza clave, fundamental para una tierra dura, que siempre ha mirado al mar, como la propia obra", enfatiza el artista.

Una reflexión que también hace Maite Centol (Logroño, 1963). "El 'Elogio' hizo que Gijón se girase hacia el mar", sentencia. La obra tuvo una gran importancia para la villa de Jovellanos. "Se acertó en el proyecto de ciudad que había detrás", valora Centol, "se necesitaba un hito como ese para abrir la puerta al arte contemporáneo en Gijón". Además, la obra de Chillida traía aparejado "un proyecto más amplio de escultura urbana para crear un museo en la calle que se fue desvirtuando", valora.

Respecto a la pieza, a Centol le sorprende "tanto la mala acogida que tuvo al principio como la facilidad que tuvo a posteriori la gente para asumirla como propia". Pero también "el contraste ente la fragilidad de Chillida y la contundencia de la obra" y, del mismo modo, "la disparidad entre lo frío del hormigón y la calidez que aporta el 'Elogio'". Con todo, la artista asume que "cualquier cosa situada ahí podría haber sido el emblema de la ciudad por lo potente del emplazamiento".

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