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Mónica Riveiro lleva las calles a su casa

La fotógrafa, que ha hecho de los espacios urbanos su tema, aprovecha la cuarentena para montar insólitas escenografías que capta en imágenes

La fotógrafa, en una imagen de archivo.

Imágenes que remiten a espacios urbanos y calles, pero sin salir de casa. Es lo que tiene entre manos la fotógrafa gijonesa Mónica Riveiro, quien ha hecho de la necesidad virtud por las restricciones de movimientos impuestas en el decreto de medidas para luchar contra la COVID-19. Confinada, como casi todos, entre las paredes de su casa no ha querido renunciar, sin embargo, a su vocación profunda. Así que sigue tomando fotografías como si siguiera pateando esos lugares contrastados por la luz y la sombra que a ella tanto le gustan. El resultado, inspirado a veces por directores y películas de su gusto (ahí están, por ejemplo, Hitchcock o Tarkovski), es siempre sorprendente.

"No sabemos todavía lo que puede llegar a durar este encierro; los dos o tres primeros días lo llevé bien, después ya sentí necesidad de evadirme un poco de este confinamiento y empecé a pensar en cómo seguir haciendo fotos de lo que me gusta", explica Mónica Riveiro. Ese sentimiento está en el origen de "Ciudad interior", el título que tiene por ahora esta serie de fotos sacadas de los yacimientos de la emoción, el recuerdo y el ingenio.

"La verdad es que soy fotógrafa de ciudad, de calle... al no poder salir, empecé a sentirme agobiada", cuenta, antes de encadenar: "decidí que lo mejor era traer la calle a casa". ¿Cómo? "Lo primero en lo que pensé es en buscar una nueva utilidad a los objetos que nos rodean y en crear escenas y personajes", responde.

Las panzas de unas cucharas evocan sin duda el suelo de alguna de las imágenes de "Stalker", la película de Tarkovski. Y en una botella, mirada de otra manera, podemos encontrar el túnel en el que todos nos sentimos estos días y la luz que también todos anhelamos. "La primera foto que tomé fue la de un hombre con paraguas, en mi calle, visto desde la ventana; es el mensaje de una visión de la vida a través de eso, de un ventana. como un grito de desesperación", dice la fotógrafa.

Ese planteamiento supone una revisión de las rutinas fotográficas asumidas hasta la fecha por Mónica Riveiro, no tanto de sus rasgos estilísticos. Sigue fiel a los juegos de luz y a los contrastes fuertes. Y la ha obligado a idear y montar a diario una escenografía específica. "Les dedico la tarde entera, de cuatro a diez de la noche; trabajo en una mesa, que es donde preparo esos escenarios y hago distintas tomas a partir de diferentes iluminaciones", indica. Hasta ahora ha subido a su muro de Facebook ocho imágenes de "Ciudad interior".

Una foto al día. Y en se trajín ha descubierto que no es tan manazas como ella se recordaba. Recorta siluetas o prepara sus correspondencias visuales, que funcionan en ocasiones como los trampantojos en la pintura, con la precisión que ponen los orfebres en sus piezas. "Lo cierto es que me estoy sorprendiendo a mí misma y que me está ayudando a conocerme mejor", dice.

Mónica Riveiro expuso el pasado enero en Centro Antiguo Instituto, junto al también fotógrafo Carlos Conde, "Historias de Liquerique". Una serie tomada en el dique de Santa Catalina y aledaños, uno de los rincones más queridos por los gijoneses. Regresó a su ciudad natal en 2017, después de veinte años en Segovia, donde tuvo estudio de fotografía. En su clausura busca ahora la imagen de cada día. Tampoco quiere rendirse.

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