Cuando la pandemia de coronavirus disparó el uso de mascarillas, la modista Maite Capín decidió grabar un tutorial para tejer en casa protecciones de tela contra el virus. Quien mejor que la riosellana, que se encargó del vestuario de la película "El Crucigrama de Jacob", una cinta que en 2019 optó a 11 candidaturas para los premios Goya entre ellas la de mejor vestuario, para no dar puntada sin hilo porque el tutorial de Capín sirvió para sentar las bases de la plataforma digital "Mascarillas Solidarias Asturias", una red integrada por más de 400 voluntarios repartidos por la geografía asturiana que tejen sin parar mascarillas bajo estrictas medidas higiénicas y que reparte con ayuda de la Guardia Civil y la Policía por comisarías, residencias, centros de menores y supermercados.

En Gijón, son, por ejemplo, un centenar de personas las que participan y están repartidas por ocho barrios diferentes. Han logrado recopilar hasta el domingo pasado 1.317 mascarillas que ya han ido colocando. Las últimas, esta mañana en Funerarias Gijonesas. Anteriormente, dejaron un buen puñado de protecciones en albergue Covadonga y en la residencia de La Ería.

Higiene

"Mascarillas solidarias Asturias" se ha convertido en un ejército casi más poderoso que los que se ven en la serie "Juego de Tronos", la ficcón en la que Capín puede decir que ha sido la única asturiana en figurar. Las mascarillas son principalmente de algodón y de poliéster. Los voluntarios con máquinas de coser hacen un trabajo artesano, pero con unas pautas higiénicas concienzudas. El material para elaborar las protecciones se desinfecta en tintorerías antes de llegar a los costureros. Una vez elaborada la mascarilla, el proceso de limpieza se repite. Entre medias, los productos ya manufacturados también se lavan en varias ocasiones. "Desinfecto hasta el lápiz con el que hago las marcas", señala Capín.

La entrega de las mascarillas está supervisada por las fuerzas del orden, que son los encargados de llevar las protecciones a su destino. Solo un voluntario, con permiso para hacerlo, puede entregar las mascarillas a los agentes. Nadie más. La plataforma incide en una idea importante: su trabajo, es decir las mascarillas, no inmuniza contra el virus puesto que las mascarillas son caseras y carecen de filtro. Por lo que salir a la calle sigue siendo una acción irresponsable con el resto. "No son para salir de bureo, son para seguir quedándose en casa y que la gente que tenga que salir porque no tenga más remedio tenga un poco más de protección", suscribe Capín en nombre del resto de voluntarios que trabaja en el proyecto.

La modista afincada en Oviedo se hizo viral hace un año por una recreación de uno de los abrigos de "Juego de Tronos". La televisiva Patricia Conde lo reclamó para su programa. Sin embargo, solo es una más un movimiento que gana cada vez más adeptos y que se replica en otras partes del país. "Esto empezó en Aragón y hay grupos por toda España. A mí me han llamado de Ibiza y Chile para colaborar", incide la modista, que recuerda que "solo soy un grano de arroz en una bolsa de 17 kilos".

El caso de Gijón

En esa bolsa de 17 kilos está Ana Rodríguez, una de las encargadas de coordinar el grupo de voluntarios de Gijón, en total más de 100 personas repartidas por ocho barrios. A saber: Nuevo Roces, Roces, Montevil, El Llano, La Calzada, Natahoyo, El Cerillero y Tremañes. "Vamos a 300 por hora por hora. Ahora mismo, no tenemos material para todo Gijón, pero nuestro objetivo es cubrir todos los barrios", cuenta Rodríguez. Llevan 1317 mascarillas elaboradas. Las han repartido ya por el albergue Covadonga, la residencia de La Ería y hoy estuvieron en Funerarías Gijonesas.

Como Capín, Rodríguez incide en las condiciones higiénicas que toman. "Cuando recibimos la tela, la lavamos. Cuando los voluntarios reciben la materia prima, la lavan antes de coser. Una vez elaboradas las mascarillas y dado el visto bueno se llevan otra vez a lavar a una tintorería", relata sobre un proceso que se debe seguir a rajatabla.

Patricia Cueli es una de voluntarias de Gijón. Tiene 39 años, viven en el Natahoyo, y cose puntualmente camisetas para el puesto en el rastro que regenta sus padres. "Me enteré de la idea y quise colaborar", cuenta. Lo que a Patricia Cueli le faltaba era la goma para la sujeción del molde. Cómo lo consiguió en unas pequeña pero deliciosa historia de cómo la pandemia está motivando pequeños gestos solidarios. "Pedí a los vecinos y durante los aplausos a los sanitarios bajé al portal. Todos los del bloque tiraron por la ventana las gomas que tenían en casa", relata. El resultado fue que Patricia Cueli pudo coser 15 mascarillas que en algún lugar de Gijón ya están protegiendo a 15 personas del virus.