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Medio siglo a brazo partido en Nuevo Gijón

Los vecinos, que celebran los 50 años en pleno confinamiento, mantienen sus fuerzas intactas: "El barrio se construyó a sí mismo"

Pancarta de una movilización vecinal en 2011.

"Aquí no había nada. Nada. Solo montones de tierra y praos. Era un barrizal". Juan José Alonso volvía de la mili cuando conoció por primera vez el barrio de Nuevo Gijón. "Fíjese que todavía estaba soltero" es la frase que utiliza como medida temporal para refrendar que hace mucho de aquello. En concreto, medio siglo desde que en 1970 sus padres, él trabajador de Uninsa (posteriormente integrada en Ensidesa), abandonase su cuenca minera natal para poner rumbo a Gijón para trabajar en la siderúrgica de Veriña, igual que otros muchos asturianos que fueron poblando poco a poco esta zona de la ciudad que "se construyó a sí mismo" y que celebra ahora, en pleno confinamiento por el estado de alarma, sus cincuenta años de historia. Y lo hacen con las fuerzas intactas y el mismo espíritu de lucha de entonces.

Los padres de Juan José Alonso, que se incorporó a Nuevo Gijón al concluir el servicio militar, en 1972, fueron de los primeros vecinos del barrio. Por aquel entonces, la constructora "Inmobiliaria Nuevo Gijón" -de ahí el nombre- había construido dos grandes bloques de ladrillo rojo que aún hoy en día siguen en pie, entre las calles Naranjo de Bulnes y Peña Ubiña, para los trabajadores de Uninsa. Allí sigue viviendo Alonso, ahora junto a su mujer, Carmen Rodríguez. "Eran dos bloques de viviendas construidos en el desierto; cuando llegaron mis padres, ni siquiera funcionaban los ascensores", rememora Alonso, que heredó el inmueble, frente a un jardín con una gran palmera. "Los jardines eran montones de tierra y fueron ellos, los primeros vecinos, los que los construyeron con ayuda del Ayuntamiento", recuerda.

Son varias las voces que cuentan aún de primera mano los primeros y duros pasos. "Estábamos fuera de Gijón, lejísimos de todo", resume su mujer, "había una tiendina, donde todos íbamos a llamar por teléfono, una panadería, una tienda de géneros, un estanco y una droguería, pero no había más". Rodríguez aún recuerda vívidamente cómo "los sábados, íbamos a misa de siete a oscuras, porque no había farolas". Y eso por no hablar de la iluminación, el saneamiento o el asfaltado de las calles, que llegaron años después gracias a la lucha vecinal. "Este barrio se construyó a sí mismo", enfatiza Alonso. "Fueron los vecinos los que lucharon para sacarlo adelante, incluso haciendo ellos todo si hacía falta", añade.

En aquellos tiempos era habitual ver a los niños jugando entre los grandes montones de tierra. Se estrenaban a la vez las primeras bicicletas y los primeros asfaltados de las calles. Así lo recuerda Pilar García, que llegó al barrio en septiembre de 1971. Tenía siete años y su padre, como el de Alonso, tuvo que mudarse para trabajar. "Todo me parecía estupendo. Lo que más recuerdo era admirar los edificios, tan altos. Nosotros estábamos acostumbrados en vivir en casas bajas, y era como ver rascacielos", rememora. "Visto desde ahora, estaba todo muy despoblado y solo había cuatro calles asfaltadas", explica.

El primer parque tardó "muchísimo" en llegar. Como las grandes obras: El Corte Inglés o el Centro Municipal Integrado de Pumarín-Gijón Sur. "Fue una lavado de cara para el barrio, arreglaron todas las calles de acceso", asevera García.

Poco tiene que ver el incipiente Nuevo Gijón que el barrio actual. Pero hay cosas que no cambian, como las luchas vecinales. La última, contra el nuevo trazado de la línea 18 de autobús, pero también por el centro de salud o el colegio. "Siempre luchamos todo mucho", enfatiza García. "Todo aquello ya queda lejísimos", confirma su mujer, que ve un cambio aún más grande: "antes, los vecinos eran más solidarios y estaban más unidos". Nuevo Gijón celebra su medio siglo, aunque sea confinados, pero siempre en lucha.

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