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Cabueñes camina hacia la normalidad tras haber esquivado el colapso

"No somos héroes, esto ayudará a conocer nuestro trabajo", afirman los miembros de la UCI del Hospital, sin apenas muertos por coronavirus

Cabueñes camina hacia la normalidad tras haber esquivado el colapso

Con la única desazón de que los equipos de protección les impide ser todo los cercanos que les gustaría, la crisis del coronavirus no ha supuesto mayores cambios para el equipo de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del Hospital de Cabueñes, de Gijón. Así lo piensa, al menos, la responsable del servicio, Maite Antuña, quien espera que la pandemia traiga, tras todo el estrés de las últimas semanas, algo positivo. "Todo esto creo que ayudará a visibilizar la labor que llevamos años haciendo. No es una cuestión de heroicismos, lo hacemos encantados, pero mucha gente todavía desconocía esta especialidad", señala.

En un primer momento, se barajó que el hospital gijonés pudiese quedar como un "centro limpio", libre de pacientes de COVID-19. Pero pronto se vio que el hospital avilesino San Agustín no podría asumir la carga asistencial y acabó, de hecho, derivando a algunos de sus enfermos a Gijón. "Pese a ello, lo cierto es que hemos tenido una ocupación muy aceptable. La unidad de coronavirus no pasó del 90 por ciento de ocupación y la de otras patologías no superó el 70 por ciento", destaca la doctora Antuña.

Cabueñes dispone de 27 camas para el cuidado de críticos tras liberar un área de Cardiología, a propuesta del propio servicio, y habilitar allí 13 nuevos puestos. Estos son los que se reservan para enfermos de patologías no relacionadas con el virus. "Fue una medida muy acertada porque lo hicimos muy pronto, cuando aún no sabíamos el alcance que iba a tener todo esto. Ahora la situación ya es distinta. A día de hoy nos llega un positivo cada 24 o 48 horas. Ya vamos a menos", indica la especialista.

La evolución de los pacientes también han sido buena. Solo han fallecido tres personas y, pese a que la edad media de los ingresados era más bien alta, la estancia tampoco se ha alargado en exceso. La responsable de la unidad puntualiza que el perfil habitual de afectados en su hospital está siendo de hombres de más de 70 años y que la estancia media ronda los diez días, un cifra ligeramente superior a las medias generales de la UCI el año pasado. "Lo normal son seis o siete días de ingreso, pero aquí la evolución es más pausada, pueden tirarse el mes si están muy malos", asevera Antuña.

A nivel asistencial, la crisis no pilló por sorpresa a nadie: "Las patologías respiratorias son nuestro día a día y, aunque ahora se hable mucho, por ejemplo, de la pronación de enfermos, nosotros llevábamos años haciéndola a diario y haciéndola bien. No hubo que cambiar nada".

La responsable del servicio sí destaca dos frentes más conflictivos: lidiar con los equipos de protección (EPI), que tras varias horas de uso pueden resultar agobiantes, y encontrar la manera de "humanizar" la atención a unos enfermos totalmente aislados. Esta carencia se ha solventado, en parte, con la tecnología. "Desde muy pronto empezamos a hacer videollamadas con nuestros móviles, y ahora por fin nos han donado unas tablets; para las familias es muy importante", subraya Antuña, quien huye de alardes: "Se agradece el apoyo, pero no somos unos mártires ni nuestra vida es especialmente dura".

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