Georgina Olivar es la tercera generación de una familia al frente de la churrería La Gloria. Su remolque es un clásico en multitud de ferias y romerías asturianas, los mismos eventos que estos días están cancelándose en cascada y con ellos el sustento económico de Olivar en los próximos meses de verano. Hace ya bastante que relevó a su madre al frente del negocio y hace dos que abrió un local a pie de calle en Gijón y que estas semanas, por el estado de alarma, permanece cerrado. "Nuestras dos actividades están paradas. La tienda no sabemos cuándo podremos volver a abrirla ni en qué condiciones. Y las ferias y fiestas para este verano se nos están cayendo. Muchas se están suspendiendo y otras aplazando. Así que durante este tiempo estamos como la mayoría, con cero ingresos y a verlas venir", argumenta. Sin embargo, pese a que no entra dinero en la cuenta, las facturas siguen llegando. "Vienen todos los pagos y no sabes ni cómo hacerles frente", agrega.

La empresa nació en la década de los años 50 del pasado siglo. "Cuando yo nací mis padres ya tenían la churrería, en un remolque con el que iban de feria en feria por la geografía asturiana. Me crié aprendiendo el oficio y llevo toda mi vida trabajando en ello", señala.

Aunque Olivar ha optado por aprovechar al máximo este tiempo sin actividad en sus locales. "Aparcando el tema profesional, particularmente creo que lo estoy llevando bastante bien. No tengo críos en casa, por lo que la cosa está bastante tranquila y me encuentro como cuando tenía 17 años", bromea, "es decir, con todo el tiempo del mundo, sin poder salir y sin ni un duro en el bolsillo". Así que va ideando algún que otro proyecto que desde hace tiempo tenía en mente. Alguno relacionado con la cocina, pero otros no. "Me dedico a hacer todas las cosas que había ido aplazando por falta de tiempo. Ir terminando algún proyecto de costura y hacer cursos online sobre gastronomía que luego voy a poder aplicar a mi trabajo". Ya está dándole vueltas incluso a alguna que otra iniciativa y a incorporar algún producto al catálogo de su negocio para cuando la situación vuelva a la normalidad tras esta inesperada crisis sanitaria.

"Lo que sí que me está salvando bastante es que estoy saliendo de mi zona de confort en el tema de la cocina. Antes, cuando trabajaba, no tenía tiempo para prepárame la comida, así que ahora me estoy dedicando de forma larga y tendida a la cocina y los fogones", apunta. Y bromea: "Como dure mucho este confinamiento no sé si podré salir de casa".

De hecho, lo de salir de casa ya lo hace de vez en cuando. "Vengo a veces al local a ver si están funcionando las neveras y congeladores, que no haya fugas de agua. Y el camino entre casa y el local es realmente como si fueras un adolescente. No sabes si estás haciendo bien o mal. Y vas pendiente de que nadie por el camino te pregunte de dónde vienes o adónde vas", concluye.