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Crisis del coronavirus

Los merenderos ven "inviable" abrir al 50% y mantendrán el cierre hasta junio

Los dueños de estos negocios, emblema del verano gijonés, dudan si los clientes "se atreverán a venir" y se quejan de que están en un limbo legal

El merendero El Chabolu, en Deva, en una imagen de archivo. PABLO SOLARES

Los merenderos son santo y seña del verano gijonés, zonas de esparcimiento rural para urbanitas cuando llega el buen tiempo, punto de encuentro de pandillas y familias para disfrutar de una buena celebración al aire libre. Y este año, además, son pasto de una crisis El diagnóstico es unánime: hasta junio, nada. Y veremos.

En primer lugar, porque los populares establecimientos se encuentran en una suerte de limbo legal que dificulta la toma de decisiones. "¿Nos consideran terraza o somos otra cosa?", se pregunta en voz alta Alberto Menéndez, de El Chabolu, en Deva. Sin unas reglas específicas, y tomando como medida la norma para las terrazas, la idea inicial de abrir en la primera fase del desconfinamiento a un tercio de la capacidad, ahora reconducida a la posibilidad de abrir al 50 por ciento, se antoja a los dueños de los establecimientos poco menos que una quimera. "No compensan los gastos, si no se puede abrir el bar también dentro, el gasto crece un 80 por ciento y no alcanza", reflexiona Menéndez.

A las dificultades de abrir a medio gas se suman las incertidumbres para este tipo de negocios, porque "nosotros ya tenemos las mesas muy separadas, más que en cualquier terraza porque tenemos mucho terreno", razona. Por lo tanto, la distancia social estaría garantizada para poder albergar a más clientes. El máximo de aforo en su caso es de cien mesas, y con pocos retoques podrían funcionar todas con la distancia requerida entre comensales. Pero "hay muchas dudas, porque además, no sabemos cómo se va a controlar el aforo", apunta. "¿Tendremos que poner un guarda jurado? Estos negocios están lejos y es preciso desplazarse para venir, si ya está completo el aforo y el bar cerrado, ¿cómo decimos a la gente que den la vuelta? ¿Cómo hacen cola para esperar el turno?". Muchas preguntas sin respuesta.

En El Chabolu no ven claro cómo se puede retomar la actividad en estas circunstancias, pero sí tienen que las pérdidas son enormes, la temporada casi se puede dar por perdida y "a ver qué pasa con la gente, porque tememos que tengan miedo a ir a los bares; y a eso suma el tiempo de Asturias, que esto no es el sur para vivir de las terrazas", recuerda Menéndez, quien no abrirá "hasta junio, a ver si las cosas están más claras".

De la misma opinión es Fernando Espina, de El Rinconín de Deva. "Si la gente tiene que venir de forma casi individual, el problema será en primer lugar de aparcamiento", apunta, seguro de que aunque se pueda abrir a la mitad de la capacidad, "si no se abre dentro no sirve de nada". Así que "de momento no pensamos empezar a funcionar, y si la cosa no cambia, la temporada ya no la salvamos". En su negocio tiene más de 70 mesas fuera, pero "necesitamos abrir dentro porque no compensa".

Jéssica Fernández lo tiene especialmente crudo, porque abrió el Sol y Sombra, en La Guía, el pasado mes de octubre y "estaba esperando la Semana Santa como agua de mayo". El verano está en "veremos", y también tiene claro que limitar mesas no es la solución. "Tengo muchos gastos y, al menos, el dueño me ha perdonado el alquiler; pero si abro a la mitad a o un tercio pierdo dinero", apunta. Además, "nosotros vivimos del rastro y de la Feria, del Camino de Santiago... y todo esto está cerrado".

Expectantes

ExpectantesEn Casa Arturo, también en La Guía, la cosa pinta también fea, porque "de lo que se tata es de abrir con seguridad, y eso hasta dentro de un par de meses no se verá; las instalaciones son las que son", señala el dueño, Arturo Muñiz. "Vamos a empezar a preparar, pero hasta que no veamos claridad no abriremos; si los clientes no pueden pasar por el bar no podremos abrir; esto no es Madrid ni la Plaza Mayor", recuerda. Así que "a mediados de mes veremos lo que hacemos, y hasta principios de julio no lo veo claro". Y también habrá que esperar a que "la gente pierda el temor, que esa es otra". Juega con la ventaja de que sus 140 mesas están separadas con árboles, y la distancia de seguridad estaría garantizada, "pero veremos", insiste.

Álvaro Morís, de El Hórreo, en La Providencia, tampoco está por la labor de momento. "Tenemos que ver si podemos sacar a la plantilla del ERTE lo primero, y con el 50 por ciento de capacidad veremos lo que se puede hacer, al menos intentarlo, pero tenemos que ver cómo va a responder la gente", advierte. Porque "lo importante es que se animen, y para ello a ver cómo va la pandemia". En su opinión, "me parece que va todo muy rápido y podemos dar un paso atrás si vuelven a aumentar los contagios; el público tendrá miedo", señala, convencido de que "abrir el día 11 es inviable". Un verano, vaticina, muy diferente a todo lo conocido.

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