Los gijoneses que tienen embarcaciones amarradas en el Puerto Deportivo ya pueden acudir a realizar las pertinentes labores de mantenimiento tras casi dos meses de estado de alarma. Lo hacen con el visto bueno del propio Puerto y de la Policía Nacional, que no multará "a quienes accedan a los pantalanes para esta labor", haciéndose eco de las instrucciones recibidas por la Dirección General de la Marina Mercante. Una norma que creó controversia ayer con la Delegación del Gobierno en Asturias, que tiene más dudas sobre su aplicación.
Fuentes del Puerto Deportivo aseguraron ayer que los únicos requisitos que aplican son las limitaciones genéricas de desplazamiento y contacto social. Es decir, únicamente pueden acudir a los pantalanes los navegantes que residan en el municipio de Gijón y de forma individual.
Esta diferencia de posturas con la Delegación del Gobierno, la enésima en cuanto a la aplicación de las normas de desescalada impuestas por el Ejecutivo central, no evitó que ayer se comenzaran a llenar los pantalanes. Unos de los primeros en llegar fue Manuel Braña, para limpiar y poner a punto su embarcación, "Pepita III". "Igual que se limpia y se cuida una casa, hay que hacer lo mismo con el barco", explica Braña, que asegura que "nunca he estado tanto tiempo sin navegar", su mayor afición desde los nueve años. Habitualmente sale a la mar una vez a la semana, "el sábado o el domingo, el día que mejor tiempo haga". "Si no puedo salir a navegar, me tiro al mar. Tengo muchas ganas", enfatiza, mientras revisa el sistema de la bocina "podrido, porque entró mucha agua".
Antonio Pérez, que ayer cambió el sistema eléctrico de su embarcación, confía en poder tenerla a punto para salir a navegar cuando las normas lo permitan, a partir del próximo lunes para las embarcaciones de recreo, según explican desde el Puerto. "Lo primero es mirar si hace aguas por algún lado y encender el motor, para que carguen las baterías", explica Pérez. "Un barco da mucho que hacer, y este más, que ya va para treinta años", explica, señalando a su embarcación, una Rodman 760, que lleva sin usarse desde que comenzó el estado de alarma, aun cuando "seguimos pagando tanto el amarre como el seguro".
Sara González tiene mucho trabajo: es la encargada del mantenimiento de siete barcos utilizados para prácticas en la Escuela de Marina Civil de la Universidad de Oviedo. "Lo más importante es poder arrancar las embarcaciones para que sequen el agua que tienen dentro y controlar las amarras y los cabos", explica. Lo normal es hacer un mantenimiento básico "cada una o dos semanas", mucho más de lo que llevan las embarcaciones que rodean a las de la Universidad sin ser atendidas. No así las que están a cargo de González, en las que se esmera a diario, aun siendo consciente de que "este año ya no se usarán". Los alumnos pudieron hacer las prácticas de remo y motor, pero no así las de vela. "Tendrán que esperar hasta el año que viene", lamenta González, porque "en los barcos es muy difícil mantener la distancia de seguridad".
Con las embarcaciones, explica González, "siempre hay algo que hacer". A las tareas más básicas, ella suma otras como reparar las arrolladuras de óxido de una de las embarcaciones o limpiar los botes "muy manchados por el carbón" proveniente del puerto del Musel que se hizo especialmente visible el pasado lunes en la ciudad, debido a las fuertes rachas de viento. Todo para tener las embarcaciones listas para cuando puedan salir a la mar. "Hay mucho mono de salir a navegar", sentencia González. La previsión es que las embarcaciones de recreo puedan salir del puerto, sin límite de millas, pero siempre dentro del municipio y volviendo al mismo puerto, el próximo lunes.
