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Camareros a destajo en las terrazas

Los hosteleros atienden con el personal bajo mínimos a sus clientes, que abarrotan las mesas: "Está siendo una locura"

Sergio Cosío, en su terraza de Uría. A la izquierda, Ana María Cascais sirve un café en la calle Concepción Arenal. J. RUS

Las terrazas están que arden, pero los hosteleros se sienten sin abrigo. La reducción de mesas, unido a la imprevisibilidad de los hábitos de consumo de los gijoneses tras el confinamiento, ha motivado que muchos hosteleros mantengan los expedientes de regulación temporal de empleo (Erte) a sus camareros, lo que les condena a duras jornadas laborales para atender una clientela, que, aunque numerosa, no sirve para que cuadren las cuentas. "Estos días está siendo una locura", afirman.

El ruido de la cafetera se escucha desde la terraza de un pequeño bar de la calle Concepción Arenal. Ana María Cascais, la veterana propietaria del local, prepara la enésima taza mientras varios recipientes vacíos se amontonan en la barra. Apenas tiene cinco mesas, pero está sola. "El lunes fue como estar en un día de agosto, el trabajo fue tremendo", apunta.

Rodrigo Boix pide cinco barras de pan para bocadillos, pero su proveedor solo le puede suministrar dos. Y suerte que ha tenido. Solo un segundo después de colgar el teléfono, le llega el del hielo. Le ofrece dos sacos, suficiente para abastecer a su cafetería en la avenida de Rufo García Rendueles, donde dos obreros piden comida para llevar y la terraza, a pesar del frío y la lluvia, está llena. Antes de la pandemia, eran siete camareros en ese establecimiento. Solo uno ha salido del Erte. "El lunes se trabajó mucho, pero hoy -por ayer- cambio billetes. Pierdo dinero", lamenta.

"Fortu Sánchez", el líder de "Obús" atrona por la radio cantando aquello de "Vamos muy bien" mientras Sergio Cosío tira una caña a en un local cerca de la confluencia de las calles Uría y Luciano Castañón. Cosío entra a las diez de la mañana y cierra a las once de la noche, pero llega a su casa de madrugada. "El lunes la gente salió desbocada", cuenta.

"Arrasaron con todo"

A las 22.30 horas de la noche, tres jóvenes se sientan en la terraza de un café de la calle San Bernardo. Piden cerveza, pero el camarero, con apuro, les responde que no hay: "Arrasaron con todo". Rubén Díaz es el dueño del establecimiento. "Llevamos cinco años abiertos y el pasado lunes, cuando salió la gente, batimos récords de ventas. Todo el mundo se echó a la calle", agrega.

Los hosteleros señalan el lunes, el primer día de fase 1, como el más ajetreado. Tras dos meses de confinamiento, la reapertura de la hostelería, en Gijón solo al 20 por ciento de su capacidad, era un acontecimiento casi histórico. El día del estreno no solo fue el más activo. También el más engorroso para los profesionales, sobre todo a medida que corría el alcohol.

"Unos chavales bebieron más de la cuenta, les llamé la atención y me arrancaron la cadena del baño", lamenta Ana María Cascais. "Tuve que quitar mesas y sillas. El lunes, una mujer bebió más de la cuenta y se cayó sobre una mesa", explica Sergio Cosío. "Sobre todo, lo que más se ve en las terrazas es juventud", describe Rubén Díaz.

Las medidas de seguridad son concienzudas. La mascarilla y los guantes son obligatorios, así como la distancia de seguridad entre puesto y puesto de la terraza, y la desinfección de las mesas y de las sillas en cada consumición. Una medida esta última que genera cierta confusión entre los clientes. "Desinfectar es lo que peor llevo, es aún más trabajo", puntualiza Cascais. "Es lo que más cuesta, porque a veces se forman colas", concreta Díaz.

Para la fase 2, la actividad hostelera se permitirá en los interiores de los locales. Con ello, se espera la apertura de los pequeños del sector, por ahora, cerrados ante la imposibilidad de generar beneficios. Un sector el hostelero, que, aunque tiene las terrazas ardiendo, sigue frío.

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