De pronto, como ocurrió con millones de españoles, todos los compromisos laborales de Jordi Doce (1967) cortocircuitaron por la pandemia del covid-19 y el estado alarma decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Encerrado en su casa madrileña junto a su familia, el poeta, traductor y ensayista gijonés comenzó el pasado domingo 15 de marzo un diario de esa cuarentena. Y cuarenta son las jornadas que repasa en esas páginas que la editorial Fórcola publicará a mediados del próximo junio bajo un título coherente: "La vida en suspenso". "La verdad es que me produce un poco de pudor por todo lo que está pasando el país; puede parecer algo frívolo, pero si uno hace una cosa tiene que defenderla", confiesa en conversación telefónica, añorante de su ciudad natal y del rumor del Cantábrico.
Jordi Doce, uno de los mejores poetas españoles de su generación, además de una referencia inexcusable como traductor y estudioso de la lírica anglosajona contemporánea, cuenta que empezó ese diario desde el sentimiento de "extrañeza e irrealidad" ante los devastadores efectos de la pandemia. "La única manera de abordar esa situación era a través de la imaginación y consignando lo que veía, sin tomar partido ideológico explícito y sin caer en la columna de opinión; es decir, con los ojos de la poesía". Sensaciones y reflexiones hilvanadas por un autor del que el también escritor Eloy Tizón afirma que "es incapaz de escribir mal".
Es uno de los primeros diarios, si no el primero, que se publica en España sobre el confinamiento por el covid-19. Tizón asegura también que es "la experiencia perpleja de un poeta durante la pandemia", Jordi Doce parece estar de acuerdo: "He querido contar lo que yo veía con los ojos de la poesía, por ósmosis, desde esa piel, que es una manera de estar alerta ante el mundo". El autor de "La vida en suspenso" empezó por subir esas notas, sin extensión predeterminada, a su blog. Y después fueron apareciendo en la publicación asturiana "El Cuaderno Digital", a razón de trece entregas que abarcan desde aquel 15 de marzo hasta el pasado 11 de mayo. El editor Javier Jiménez, responsable de Fórcola, ha visto en esos materiales una experiencia susceptible de ser compartida por más lectores.
No es descabellado suponer que la vivencia de la cuarentena dejará un rastro literario amplio. La sangría en vidas humanas, enfermedad, así como el tremendo estropicio económico, estará en la mente de todos durante años. "Mi diario, que está lejos de la mirada periodística, tiene un carácter fragmentario, o sea, que si una nota me llevaba tres líneas lo dejaba ahí; y es como un caleidoscopio en el que se mezclan la vida, la ironía, el humor incluso, junto con reflexiones más ponderadas", indica Jordi Doce.
El autor de "La vida en suspenso" aprovechaba los paseos con su perra "Layla" (un guiño a la canción de Eric Clapton) por las calles muertas de Madrid para despedir el mundo de ayer y escrutar la nueva realidad. "Este diario me ha permitido ordenar la cabeza; soy un autónomo, un trabajador cultural, y todo se cayó en una semana, con varios trabajos editoriales postergados, así que decidí dedicar tiempo a disfrutar de la escritura", hace resaltar el escritor. Y añade: "En muchos sentidos ha sido un reencuentro con la escritura".
Jordi Doce ha estado atento al sufrimiento ajeno. Lo ha respirado en Madrid, epicentro del estrago español de la pandemia: "La situación ha sido tremenda, con una gran carga de desazón y angustia". Escritura en directo y a ras de la vida misma. "Aunque un diario pueda parecer algo previsible, que hace mucha gente, a mí me ha permitido permanecer con mayor atención ante lo que ha sucedido", subraya. Son páginas así las que ayudan muchas veces a entender los acontecimientos decisivos.
