César Iglesias nació en Mieres en 1961 y vive en Oviedo, pero afirma que su carácter se formó en Gijón en la década que transcurre entre las postrimerías del franquismo y el primer lustro de los años ochenta, cuando se consolida la Transición. Una geografía urbana y un tiempo que atraviesan los veintidós textos de "Carta de marear", volumen publicado ahora en los cuadernos de "Heracles y nosotros" en el que su autor rescata poemas de adolescencia y juventud. "Dan testimonio de una ciudad hermosa y áspera a la vez, que me dio cobijo y conformó al tipo que hoy soy", afirma.

Este poemario lleva un subtítulo apropiado: "22 poemas recuperados (1978-1984) y tiene mucho de "arqueología" literaria y sentimental, según explica César Iglesias. "Es un homenaje privado a la ciudad que conformó mi carácter, y destinado a amistades que también fueron protagonistas y testigos de aquel Gijón", insiste. Tiradas de heptasílabos con el fondo de Cimadevilla, la Punta Liquerique, el Brisamar, El Arca de Noé, La Cantábrica o la estación de Alsa. La publicación, con la factura habitual de los cuadernos que edita personalmente el también poeta Nacho González, incluye ilustraciones de Melquiades Álvarez y Avelino Fierro, así como fotos gijonesas de José Carlos Díaz.

César Iglesias (conocido como Julio César Iglesias durante los años que trabajó como periodista en varios medios, entre ellos LA NUEVA ESPAÑA) dio a la estampa su primer libro de poemas, "Lengua del duelo", en 2016, a los 55 años. Publicó después "Suena la nieve". Pero, como muestra "Carta de marear", no es un autor que surgió de la nada.

Una "carpeta azul" conservada durante décadas guardaba unos doscientos textos del poeta adolescente y joven que fue en el Gijón mutante de la Transición: "En esa vieja carpeta encontré un autorretrato de un estudiante de BUP con ciudad al fondo; ahí está el descubrimiento del mejor Gijón, el de la Cimavilla sentimental y canalla, el del Sporting, las librerías, los cines, las salas de arte, las tertulias de cafés y pubs, las sociedades culturales, las salas de conciertos, las reuniones semiclandestinas", relata. Y añade aún más: "Pero también el Gijón masacrado por los años de la especulación del urbanismo fascista, el de la irrupción criminal de la droga o el desajuste industrial".

Todo eso está en "Carta de marear". Estos poemas tienen algo de fotografía de una época; de "autorretrato con retoques", por recordar el feliz título que el recién fallecido Jesús Pardo puso a la primera entrega de sus memorias.

"¿Nostalgia?" de la perdida juventud y de la ciudad que fue y ya es otra, se pregunta el poeta. Y responde: "Nada, porque esos textos están escritos en el escenario retratado; lo que sí hay es mucha 'señardá', esa sentimentalidad propia de los asturianos que pervive como seña de identidad incluso al estar en nuestra tierra y que define la escritura de muchos autores, tanto en asturiano como los que lo hacemos en castellano". César Iglesias subraya que sus poemas, pese a esa vinculación gijonesa, huyen del "burdo localismo". Lo que cuenta aquí, como en toda poesía verdadera, es la emoción.