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Lorena Dacuña presentaba varias heridas "de defensa y lucha", según los forenses

La autopsia indica que solo una de las veinte puñaladas fue mortal l El asesino confeso le rompió dos costillas a su víctima en el ataque

Una vela sobre la imagen de Lorena Dacuña durante el acto de duelo en la plaza Mayor el pasado febrero. Á. G.

Lorena Dacuña, la limpiadora gijonesa de 41 años asesinada el pasado febrero a manos de su expareja, trató de defenderse del ataque. Esa es la conclusión a la que llegan los médicos forenses en su informe de autopsia, remitido hace unos días al Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Gijón y al que ha tenido acceso LA NUEVA ESPAÑA. "Las heridas situadas en las manos y en el antebrazo derecho parecen haber sido causadas en un intento de la fallecida de asir el arma con las manos y en la interposición de la extremidad a modo de escudo; pueden considerarse como causadas en un mecanismo de defensa y lucha", dice el informe, que además sitúa el momento del crimen 36 horas antes del levantamiento del cadáver, ocurrido el 3 de febrero a las cuatro de la tarde. Es decir, José Manuel Sánchez Merino, en prisión preventiva acusado de asesinato (el estado de alarma frustró su traslado a León el mismo día en que iba a producirse), mató a su expareja a puñaladas sobre las cuatro de la madrugada del día 2, domingo.

Las siete conclusiones a las que llegan los dos médicos forenses que firman el informe -de once folios- ratifican parte de lo ya sabido a lo largo de la instrucción de este crimen machista. Lorena Dacuña sufrió "una muerte violenta" a consecuencia de "un shock misto anémico e hipovolémico" después de "las heridas de arma blanca" que su asesino le causó con un cuchillo de cocina "de hoja plana, monocortante, de una anchura de 3,5 cm y una longitud de 12 centímetros". Ese cuchillo lo cogió Sánchez Merino de la cocina (eligió el de mayor tamaño de entre los seis que había colgados de un imán) después de que se le rompiese por el mango el que él llevaba en su mochila, tal y como desveló en su día este periódico.

Con esa nueva arma le provocó una veintena de heridas, algunas superficiales y otras con mayor profundidad. Eso sí, matizan los forenses, la gran mayoría de los cortes encontrados fueron de pronóstico "menos grave". Solo una de ellas fue mortal, la que Sánchez Merino asestó en la cavidad torácica y que perforó el pericardio y ventrículo izquierdo, lo que causó la muerte "de manera sumamente rápida". A esos cortes hay que añadir una de las incógnitas que estaban sobre la mesa del caso, un tubo de luz que apareció debajo del cuerpo de la víctima cuando se halló el cadáver. Ese tubo, explica el informe forense, estaba encima de la cama y se rompió por el peso del cuerpo de la fallecida al caer, provocando heridas superficiales en el lado izquierdo del abdomen. No tuvo incidencia en el crimen.

El origen de este crimen machista está en que Sánchez Merino, de 49 años y con antecedentes por maltratar a tres parejas anteriores, se enteró de que a Lorena Dacuña la habían visto con otro hombre. Él, al salir de trabajar en la sidrería de La Calzada, se fue aquella madrugada a tomar copas y drogas por la zona de Fomento, hasta que en un momento dado decidió irse a comprobar si es verdad que la limpiadora gijonesa estaba ya con otro hombre. Cogió un autobús búho en la plaza del Carmen y llegó hasta La Calzada, donde localizó a Dacuña en un karaoke del barrio. Allí estaba ella con un hombre al que acababa de conocer. Sánchez Merino, que llevaba un cuchillo en la mochila (dijo tras ser detenido que lo llevaba como defensa "por si tenía problemas" con el novio de Dacuña), decidió seguirles.

El asesino confeso les esperó cerca del portal del piso de Lorena Dacuña, ubicado en la calle Callao, y aprovechó que Dacuña y su acompañante, un hombre portugués que se encontraba en Gijón por motivos laborales, se dejaron la puerta abierta para entrar. Mientras ellos cogían el ascensor, Sánchez Merino subió por las escaleras y aguardó en el descansillo. Ahí comenzaron los gritos y reproches que motivaron que el portugués, "en estado de shock" se fuese corriendo de la casa. "Pensé que era su marido", declaró el día que se personó voluntariamente en comisaría, tras una semana buscándole.

Agresión frente a frente

Agresión frente a frenteCuando ya estaban solos, Sánchez Merino sacó el cuchillo que llevaba -el portugués aseguró que no vio ningún arma antes de huir-, pero se rompió. Fue entonces cuando se fue a la cocina a por otro cuchillo. El informe "apunta hacia una agresión recibida con la víctima frente al agresor, quizá ya caída y algo girada hacia la izquierda". Dacuña quedó tendida sobre la cama mientras que él se fue de la casa de la calle Callao, andando, hasta la habitación que tenía alquilada en un piso de la calle San Luis, al lado del parque de Zarracina. En ese lugar, se escondió varios días, hasta que fue detenido por la Policía Nacional tras una exhaustiva búsqueda que estuvo circunscrita exclusivamente a ese entorno, donde el cocinero que trabajaba con él en la sidrería declaró que le solía dejar al terminar la jornada.

El informe forense, por último, desvela también que fruto del ataque Lorena Dacuña sufrió la rotura de dos costillas, además de diversos hematomas intercostales. El objetivo de Sánchez Merino, a juzgar por estas conclusiones, era claramente el de acabar con la vida de su expareja. "La maté porque la vi besándose con otro hombre", reconoció el investigado estando ya en prisión a sus compañeros de cárcel.

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