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De Cimadevilla, al mundo

Treinta vecinos del barrio alto celebran las tres décadas del "Elogio", la obra que cambió el cerro de Santa Catalina: "Es un símbolo que trasciende Gijón"

Treinta vecinos de Cimadevilla, uno por cada año del "Elogio del Horizonte", con una tarta y la obra de Eduardo Chillida, detrás. ÁNGEL GONZÁLEZ

Laura Fernández es vecina de Cimadevilla de toda la vida, que en su caso, son 26 años. Más que de sobra para apreciar la magnitud del "Elogio del Horizonte", la monumental obra del escultor vasco Eduardo Chillida, que cumplió 30 años el pasado martes. El caso de Fernández es particular. Estuvo en las celebraciones del décimo aniversario del gigante de hormigón. Acudió con sus compañeros de colegio, los del Honesto Batalón, al cerro de Santa Catalina, donde soplaron unas velas. Dos décadas más tarde, acepta sin dudar acudir a celebrar los 30 años del "Elogio". Bajo la sombra de la obra de Chilla, LA NUEVA ESPAÑA convoca a treinta vecinos del barrio alto. "El 'Elogio' traspasa fronteras, es un símbolo de Gijón que va mucho más allá", aseguran.

Sergio Álvarez es el presidente de "Gigia", la asociación de vecinos de Cimadevilla, una de las más activas de la ciudad y con una impronta innegable en el barrio. Forma parte de los treinta vecinos que acuden a celebrar la efeméride. Sobrepasa por poco los 30 años, pero no alberga prácticamente recuerdos del cerro de Santa Catalina, o mejor dicho, de la Atalaya, que es como en Cimadevilla conocen al cerro, sin la creación de Chillida. "Los de mi generación no podemos disociar el cerro del 'Elogio'", apunta.

La génesis de la obra fue complicada en Cimadevilla. Los primeros años del coloso no eran sencillos en un barrio duramente castigado por la crisis y la degradación. Eran tiempos de reconversión industrial y los 100 millones de pesetas que costó parecían el 9 de junio de 1990, la fecha en la que se inauguró, un precio demasiado elevado. El entonces alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces, y el concejal de Urbanismo de la época, Jesús Morales, sufrieron una agresión en el estreno. La inauguración coincidió con una concentración de protesta de las trabajadoras de la empresa textil Confecciones Gijón. El martes, 30 años después de aquello, hubo, por cierto, una protesta de los huelguistas de la EBHI, la terminal de minerales de El Musel. "La gente mayor del barrio comenta que no tuvo unos inicios fáciles o que en absoluto parecía bonito", relata Sergio Álvarez. "Poco a poco se fue aceptando y se ha convertido en un símbolo. No es solo de Cimadevilla, es de todo Gijón", argumenta el líder vecinal.

La obra revalorizó el cerro de Santa Catalina. Lo que en el pasado fue un enclave militar, un refugio aéreo operativo en tiempos de la Guerra Civil, ha pasado a convertirse en un lugar de postal para vecinos y visitantes. El cerro de Santa Catalina no solo es uno de los puntos calientes del turismo en Gijón, siendo una de las zonas más fotografiadas, sino que además es un punto en torno al que se ejercitan o distraen deportistas, paseantes y mascotas. Como el inquieto "Capi", un perro Golden Retriever, que, junto a sus dueños, Adrián Trapiella y Thairuma Sánchez, participa en la celebración.

El "Elogio del Horizonte" es también un filón para comerciantes y hosteleros del barrio. Celso Suárez trabaja en el "Mercante", uno de los restaurantes del tránsito de las Ballenas. "He de reconocerlo. Al principio era de los que no estaban muy conformes. Pero viene mucha gente a verlo, da vida al barrio", explica el hostelero. "Muchos llegan al restaurante a comer y luego piden indicaciones para subir al cerro. Trae turismo", añade. "A los de afuera, les presta mucho y a nosotros, nos viene fenomenal", zanja.

A Laura Fernández le tocó sujetar la tarta cuando el "Elogio" celebró diez años y los alumnos del Honesta Batalón acudieron a la sombra de la obra de Chillida a soplar las velas. Ahora que se cumplen 30 años son otros niños los que se encargan de sostener el pastel. "Es un recuerdo de la infancia. El Honesto Batalón tiene un patio pequeño y muchas veces salíamos al cerro a jugar y a hacer deporte", explica la mujer, que resume en pocas palabras el sentir de miles de gijoneses respecto a la obra de Chillida. "Es un símbolo para Cimadevilla, pero para toda la ciudad. Hay que cuidarlo, conservarlo muy bien", dice sobre el coloso de hormigón que celebra tres décadas en pie.

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