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JOSÉ MARÍA PÉREZ BASTIÁN | AUTOR DEL LIBRO "LA HISTORIA IGNORADA DE EL BIBIO"

"Los antitaurinos, con sus intransigencias, consiguen el efecto contrario"

"La afición a los toros en Gijón es escasa, pero muy buena; vienen de toda Asturias y de otras provincias"

José María Pérez Bastián, con su libro. JULIÁN RUS

El Bibio no albergará toros este verano, pero la actividad taurina sigue presente en la ciudad. La publicación de "La historia ignorada del coso de El Bibio", el último libro de José María Pérez Bastián (Gijón, 1959), es buen ejemplo.

- ¿Por qué escribir de toros?

-Es una pasión que debo llevar en los genes. Mi abuelo paterno y mi padre fueron empleados de la plaza. También yo durante algunos años y ahora mi mujer se encarga de ayudar a quienes hacen uso del ascensor. El año 1963 vivía encima del local social de la Gran Peña Taurina "El Cordobés", lo que me permitía estar en frecuente contacto con grandes y expertos aficionados. De mis conversaciones con ellos pude aprender mucho.

- ¿Qué no se sabe de El Bibio?

-Muchísimas. La existencia de un fielato, la de una capilla de nombre San Nicolás del Mar (o de Bernilde). También la de un pequeño cementerio a la altura de la calle Hermanos Basterrechea, hoy Pintor Orlando Pelayo. Y el olvido del apellido materno de personajes clave en su construcción como el del arquitecto, contratista, empresario o accionista mayoritario, entre otros, así como sus procedencias y diferentes dedicaciones laborales.

- ¿Cómo era el Gijón de 1888, cuando se inauguró El Bibio?

-Había muchas ganas de salir de la miseria. La España de esa época era patética y tres cuartas partes de su población analfabeta. Gijón ya contaba por entonces con el Teatro Circo Obdulia. En 1888 se inauguraron el circo taurino y el teléfono público. Un año más tarde se hizo efectiva la llegada del agua corriente, con lo cual se potenciaba la industrialización, que pasaba por asegurar a las fábricas un suministro constante durante todo el año, el cual permitiese mover sus corazones de vapor. Ese mismo año 1889 se abordó la construcción de la nueva sala de hornos y un gran gasómetro, y en 1890 la compañía de tranvías.

- ¿Qué es lo más importante para usted en una corrida?

-El toro. Sin él no hay corrida. Es como si para jugar un partido de fútbol solo hubiese un balón, y éste llegase a pinchar.

- ¿En Gijón hay afición?

-Sí, es escasa pero muy buena. Desafortunadamente han fallecido muchos veteranos ilustres, pero también es verdad que Gijón es la única plaza de Asturias, y acuden aficionados de Avilés, Oviedo e incluso de fuera de la provincia como León o Santander, entre otras.

- ¿Se acabarán los toros?

-Corren tiempos en que todo apunta a que vamos camino de ello. Pero eso dependerá en gran medida de los aficionados, quienes deberían de unirse y no ir, como hasta ahora, cada uno por su cuenta. El mayor enemigo está dentro, como si de la quinta columna se tratase. No pienso, como muchos, que el enemigo de la fiesta, y por ello del toro, sean los colectivos antitaurinos. Paradójicamente, lo único que consiguen con sus intransigentes posturas es el efecto contrario al que pretenden.

- ¿Qué cambiaría en la tauromaquia?

-Actualizaría el Reglamento de espectáculos taurinos, y lo unificaría porque hay comunidades que tienen uno propio. También la edad del toro, como a finales de 1930, que tenía cinco años, lo que ayudaba a su trapío, su empuje, su peso, su cornamenta? Cambiaría la formación de todos los que ocupan el palco presidencial. También la inspección de las puyas de picar, el peso los caballos y de los petos y el análisis de las astas?

¿Y qué añadiría?

Una de ellas seria establecer un precio más asequible en taquilla para los jóvenes, con el fin de introducirlos en ese mundillo como relevo generacional de los pocos aficionados que tristemente van quedando.

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