Sin bendición de las aguas, con aforo limitado y protegidos por mascarillas, los feligreses que acudieron ayer al templo parroquial de San Pedro para celebrar el día del patrón de Gijón calificaron la misa de "a su manera, inolvidable". La emergencia sanitaria no impidió que la iglesia llenase el aforo permitido, de unos 300 fieles, supervisados todos ellos por varios controladores a la entrada. Y tampoco evitó que la eucaristía, como ya viene siendo costumbre, contase con la presencia del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, encargado de oficiar la ceremonia con la ayuda del párroco, Javier Gómez Cuesta. "Es una misa a media solemnidad por la preocupante situación actual, pero le pedimos a San Roque, santo de las pestes y las pandemias, que nos proteja", explicó el segundo.

En su discurso inicial a Gómez Cuesta también le tocó resumir las normas que los feligreses debían seguir durante la misa. "Todos debemos utilizar la mascarilla y sentarnos con cierta holgura, por favor. Tampoco tendremos el coro de música asturiana que nos suele acompañar para no tener que hablar demasiado, porque no es bueno", aclaró. Con los números en la cabeza, señalaba las bancadas como un asistente de vuelo: "Entramos unas 300 personas porque tenemos cinco naves, 91 bancos y varias sillas, y por cada banco hemos calculado que debéis entrar entre tres y cuatro personas". A la vez, a la entrada, varias voluntarias de la parroquia señalaban los botes de hidrogel y aclaraban que las pilas bautismales seguían vacías, así que no había con qué santiguarse.

El protocolo se siguió a rajatabla, sobre todo porque estas controladoras acabaron por cerrar las puertas a cal y canto en el ecuador de la misa tras comprobar que algunos curiosos entraban, salían y dudaban en si debían quedarse de pie o sentarse junto a algún desconocido. "De normal esto es un ir y venir constante, pero ahora no puede ser. Se tienen que lavar las manos y quedarse quietos", defendieron.

Solo hubo alguna "trampa" con las mascarillas, porque más de uno acabó agobiándose a mitad de la liturgia y se la bajó sutilmente por debajo de la nariz. El otro momento de confusión fue cuando llegó la hora de comulgar. Gómez Cuesta dio las siguientes indicaciones: que los feligreses de la bancada central debían ir hasta el altar desde atrás y hacia adelante y por el pasillo del centro para, después, regresar por los de los laterales. Y que los de las bancadas laterales tenían que salir por su derecha y volver por la izquierda -que desde el punto de vista del usuario sería otra vez por su lado derecho-, para evitar cruzarse con los que aún no habían comulgado. Al final, cada uno fue un poco por donde pudo, pero lo suficientemente separados como para mantener el metro y medio de rigor. La mayoría ni siquiera se atrevió a quitarse la mascarilla y se metió la comunión por debajo de las gomas.

Como muchos feligreses no se atrevieron a acercarse a la iglesia, Gómez Cuesta se reservó también un guiño especial para los que siguieron la misa por el canal de Youtube de la parroquia, que retransmite casi todas sus celebraciones en directo. El párroco les envió un "saludo virtual" y presumió de su "más de un centenar" de suscriptores en la cuenta. Esta opción surgió inicialmente para los usuarios de la residencia de ancianos de Cimadevilla, pero fue especialmente útil estos últimos meses cuando el templo estaba cerrado. Durante varias semanas, de hecho, se celebraron misas exclusivamente virtuales, sin feligreses "in situ". Ayer se superó el centenar de telespectadores y el "pico de audiencia" pasó de los 50 usuarios conectados a la vez.

La parroquia ya tiene "fichado" desde hace meses a Iván Palomo, el joven encargado de la retransmisión de las misas y de ir cambiando de plano desde un estudio improvisado en la sacristía para que la ceremonia sea "más dinámica de ver". Las guioniza como un programa de televisión jugando con cuatro cámaras: una fija que siempre enfoca a la capilla y otras tres que cambian según la jornada. La de ayer, explicó, fue una misa especialmente "liosa" porque el altar estaba mucho más concurrido que de costumbre (varios curas locales acompañaron al arzobispo y al párroco) y había más intercambios en los turnos de palabra. "Tengo uno enfocando al público, porque a la gente desde casa le presta ver cuánta hay en la iglesia, y dos en el altar, una con un plano cerrado para el arzobispo y otro más abierto para que se vea que hay más padres acompañándolo", razonó.