El arquitecto gijonés Enrique Hernández Sande, que junto a su hermano Manuel ha dejado "una serie de edificios que pasarán a la historia de nuestra arquitectura", falleció ayer a los 63 años, dejando un profundo pesar en la profesión. "Han hecho uno de los estudios que han marcado trayectoria; han sido ejemplo de modernidad y de profesionalidad dentro y fuera de Asturias; sabían lo que era la buena arquitectura y siempre que se lo permitieron lo llevaron a cabo", apuntaba el vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, José Ramón Puerto.

Enrique Hernández Sande (Gijón, 1957), titulado en 1981 como arquitecto por la Escuela Técnica de Arquitectura de Sevilla, ejerció la profesión en compañía de su hermano Manuel desde 1981. Siempre juntos a través del estudio Hernández Sande, ubicado en la gijonesa calle Instituto, y a veces en colaboración con otros compañeros, apostó por una arquitectura "respetuosa con el medio ambiente, integrada e integradora". Prueba de ello son, por ejemplo, el edificio de Servicios Múltiples del Principado (EASMU) en Llamaquique, Oviedo -junto a Enrique Perea Caveda-; el edificio Albatros, en la playa de Poniente; la rehabilitación y ampliación del refugio de montaña de Vega de Urriellu, en Cabrales; el edificio de viviendas Murano, en Gijón; el Hotel Bal, en Quintes, Villaviciosa; el aparcamiento de Cimadevilla o al Museo del Ferrocarril de Gijón. Más de 800 proyectos a lo largo de casi cuatro décadas de ejercicio profesional en el que los hermanos Hernández Sande se han ganado el respeto de toda la profesión. "Perdimos a un gran arquitecto y a una gran persona", apunta Enrique Perea Caveda, colega de profesión.

El legado de Enrique Hernández Sande es muy amplio dentro de la edificación y urbanismo. Sus trabajos profesionales siempre han estado centrados principalmente en ámbito regional, pero su larga trayectoria también les ha llevado a realizar múltiples trabajos en Madrid, País Vasco, Navarra o Murcia, entre otros destinos nacionales. También han firmado intervenciones esporádicas a nivel internacional que les ha llevado a Estados Unidos (en Weaverville, Carolina del Norte), Marruecos y Bolivia. "En todas nuestras obras se ha tratado de mantener el máximo rigor arquitectónico y constructivo, así como el compromiso permanente con nuestros clientes para satisfacer sus necesidades en los aspectos arquitectónicos, económicos y de plazos, manteniendo una fluida comunicación, tanto en la fase de desarrollo del proyecto, como durante el transcurso de la obra", describen sobre su trabajo los propios arquitectos. El reconocimiento de su obra llegó también en forma de premios y distinciones en el Concurso Regional de Prototipos de viviendas rurales, varios accésit en el Premio de Asturias de Arquitectura, en el Concurso Plomada de Plata o de la Asociación de promotores, entre otros galardones. "Era muy joven, podría estar dándonos buena arquitectura, otros veinte años más por lo menos", asegura José Ramón Puerto, que pone en valor el legado que deja Hernández Sande, obras que ya forman parte de la historia de la arquitectura regional.

Los restos mortales de Hernández Sande, padre de dos hijos, Pelayo y Juan Hernández Torres, también arquitectos, reposan ya en la sala 1 del tanatorio de Gijón-Cabueñes. Y esta tarde, a las seis, está previsto su funeral en la iglesia parroquial de San Pedro.