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El gigante que salió de un pupitre del Noega

Raúl Entrerríos regresa al colegio donde estudió y jugó sus primeros partidos de balonmano con el Grupo Astur: "Mi paso por aquí fue clave"

Raúl Entrerríos, ayer, sentado en un pupitre del colegio Noega, donde cursó sus estudios y se formó como jugador. RICARDO SOLÍS

Hace semanas que en la cancha Hermanos Entrerríos no se da ni un triste balonazo. Por eso, cuando el pequeño (pero el más alto, con 1,93 metros) de los dos jugadores de balonmano que dan nombre a la pista del colegio Noega vuelve a pisarla, lo único que se escucha es el crujir de las hojas secas bajo sus pies. Raúl Entrerríos, el gigante que salió de un pupitre del centro de Contrueces y que ahora celebra la medalla de plata otorgada por el Ayuntamiento, sonríe mientras camina. Cuenta el central del Barça que la mayoría de galardones que se ha colgado al cuello en sus casi 20 años de carrera los guarda en su casa de la capital catalana. Pero el tributo que le rinde ahora su ciudad le ha llegado muy adentro. "Hay reconocimientos y reconocimientos. Este va más allá de lo deportivo. Es muy especial", resume el deportista.

A petición de LA NUEVA ESPAÑA, Entrerríos acudió ayer al Noega. En ese centro, junto a su hermano Alberto, se inició en el deporte que habría de encumbrarle como uno de los mejores centrales de las últimas décadas. Lo primero que encuentra al entrar en su colegio son carteles de los Juegos Olímpicos, la competición con la que casi con 40 años tenía pensado retirarse de no ser porque la pandemia la pospuso a 2021. El defensa aplazó su retirada al menos un año con la esperanza de colgarse el metal. Jugará otro más en el Barcelona y después se enrolará en su equipo técnico. "Creen que estoy a buen nivel y me ha ofrecido continuar. Llegaré a los 40 jugando, pero si no estuviera aún para competir no seguiría", explica.

Arturo Arias, el director del Noega, se ofrece a realizar una visita guiada por el colegio a Entrerríos. Aunque el central estrenó junto a su hermano la cancha que lleva su nombre en 2007, no había vuelto a entrar en el centro desde que terminó la EGB, allá por la mitad de la década de los noventa. Arias y Entrerríos hacen buenas migas. El máximo responsable del colegio vivió durante algunos años en Barcelona. Le cuenta una anécdota relacionada con un policía local amigo suyo y la casa de Leo Messi. La ilusión por volver a sentarse en el pupitre en el que se formó se nota en el rostro del deportista. "Está todo igual", dice, sonriente.

El tour lleva al medalla de plata de Gijón al gimnasio. Justo a la entrada del recinto, al pie de una verga que guarda desgastadas pelotas de balonmano, hay un retrato de un equipo del Grupo Astur Balonmano colgado en la pared. La foto es de hace dos décadas y media. Raúl Entrerríos se reconoce en la imagen. "Con muchos de ellos aún mantengo el contacto", asegura.

El gimnasio trae buenos recuerdos a Entrerríos. Hay más imágenes de él y de su hermano en el despacho de los profesores de Educación Física. También adorna las paredes de esa modesta sala un reportaje de la sección "Campeones" de este periódico. "Lo único que hay diferente es el suelo. Muchas veces entrenábamos más aquí que fuera por la lluvia", rememora.

Cuando accede a una de las aulas por las que pasó, el jugador del Barcelona no puede evitar sacar su móvil para tomar una foto. "De recuerdo, para mí", cuenta. En la imagen se ven apiladas las sillas sobre las mesas. Hay un detalle curioso. Las patas están protegidas con pelotas de tenis huecas. Arias explica que las tienen de esa forma para evitar que hagan ruidos estridentes cuando se arrastran. Tienen dos alumnos con discapacidad auditiva y el centro hizo ese esfuerzo para ahorrar padecimiento a esos dos colegiales.

Raúl Entrerríos no olvida las muchas horas de entrenamiento que invirtió en el Noega en las filas del Grupo Astur. "Se hacía un trabajo muy serio. Gracias a ello he podido pasar de jugar con mis amigos en el colegio a tener una gran carrera", sostiene el jugador del Barcelona, el equipo que ha gobernado con puño de hierro el balonmano patrio durante las últimas décadas. Su palmarés es casi inabarcable. El pequeño de los Entrerríos ha sido campeón del mundo con España una vez, dos veces de Europa y ha ganado un bronce olímpico. También suma dos ligas de Campeones con el Barça y nueve ligas Asobal. "Mi paso por el Noega fue clave, estoy muy agradecido", afirma.

El deportista no recibirá la medalla de plata de Gijón hasta el año que viene por el coronavirus. Si todo sale bien, quizás pueda acompañarla de otro entorchado en los Juegos Olímpicos de Tokio, si es seleccionado y si la pandemia ha remitido lo suficiente como para no tener que cancelar de nuevo la cita. Será el broche a la trayectoria de uno de los mejores centrales del balonmano español. Un gigante salido del pupitre del Noega.

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