"Fue brillante, emprendedor, de recio carácter y un amante de su profesión". Así glosó ayer el párroco de la iglesia de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, al arquitecto Enrique Hernández Sande, fallecido hace dos días a los 63 años. San Pedro, que era como la "segunda casa", según apuntó el sacerdote, para Hernández Sande, se abarrotó para despedir un profesional que fue ejemplo de modernidad y cuyo sello quedará para siempre en Asturias porque junto a sus colaboradores fue autor de edificios emblemáticos como el Museo del Ferrocarril, el refugio de Vega de Urriellu o el edificio de Servicios Múltiples del Principado (EASAMU) en Llamaquique, en Oviedo.

Titulado en la escuela técnica de Sevilla en 1981 ejerció desde aquel año su profesión junto a su hermano Manuel en su estudio de la gijonesa calle Instituto. Antonio Carroquino, compañero de facultad y de profesión, lo describió como "un hombre riguroso y temperamental". "Tuvo una gran trayectoria", añadió el también arquitecto Antonio Morán. Los dos estuvieron presentes en el sepelio donde se vivieron momentos de gran emoción y pesar sobre todo entre los familiares y amigos más cercanos del finado. Todos ellos se mostraron ayer abatidos durante la celebración del funeral ayer por la tarde. Tenía dos hijos, Pelayo y Juan y otros cuatro hermanos además de Manuel.

La trayectoria de Enrique Hernández Sande fue dilatada y participó en 800 proyectos. Prestó su ayuda en la remodelación de la iglesia de San Pedro y formaba parte de la asociación de amigos de la parroquia. "Los bancos y dos columbarios, que están llenos de luz, son parte de su obra", apuntó Gómez Cuesta.