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Cuando Jagger fue playu: 25 años del gran concierto

El concierto de los "Rolling Stones" hace 25 años, que se vio desde la Luna, fue el culmen de la época dorada de los grandes espectáculos

La actuación de Bob Dylan en 1993

Pasaban las once menos veinte de la noche del 22 de julio de 1995, cuando Keith Richards rasguea en su guitarra los primeros acordes de "Not fade away". Mick Jagger aparece vestido con una casaca verde y un fular. Echa la primera carrera por el escenario de la gira "Voodoo Lounge". Tiene espacio para desfondarse porque la plataforma tiene 1.800 metros cuadrados. Las tablas están coronadas por una cobra metálica de 28 metros que escupe puro fuego. Los 310 altavoces que aderezan el espectáculo emiten las primeras notas de la que quizás sea una de las canciones más importantes de la historia. Jagger alarga más allá de la frontera de los seis minutos "(I Can't Get No) Satisfaction". Termina cantando a capella. Le siguen 45.000 almas en comunión, que disfrutan del único concierto que van a dar ese año los "Rolling Stones" en suelo español. Fue en El Molinón hace ahora 25 años, una cita que marcó a varias generaciones de gijoneses.

El 22 de julio se cumplen un cuarto de siglo de la actuación de sus Satánicas Majestades en Gijón. Una noche histórica aparejada a una época que es ya historia: la de los grandes conciertos. Tina Turner, David Bowie, Prince, Bob Dylan, "Dire Straits", B. B. King, Bon Jovi, Sting, Bruce Springsteen eligieron Gijón para veranear. Todos fueron playos por un día. Algunos, como "The Boss" o Dylan, le cogieron gusto y repitieron. Daniel Gutiérrez Granda fue concejal de Festejos del Ayuntamiento entre 1980 y 1999, y uno de los culpables de que Gijón jugara toda una década en la Primera División del show.

"Los conciertos fueron muy importantes. Ganó Gijón, pero también toda Asturias", explica Gutiérrez Granda, que terminó la mili a los 21 años y lo siguiente que hizo fue meterse en política. Fichó para la causa a otro joven, Miguel Rodríguez Acebedo, el cajero del Ayuntamiento que se convirtió en el programador cultural que fichó a las estrellas. Acebedo entiende el concierto de Jagger y compañía como una Ley de Newton. "Fue una consecuencia de los anteriores conciertos. Gijón fue la ciudad número 1 para esos actos", dice.

Ambos empezaron en un Gijón que, salvo por la Noche de los Fuegos y un puñado de charangas, no contaba con una gran oferta de ocio. "A principios de los ochenta, esta era una ciudad mestiza, vital e industrial", rememora Gutiérrez Granda. "Todo empezó con el entoldao de la plaza. Eran 15 días y lo pasamos a un mes. Trajimos a Sabina y a Serrat", cuenta. "Vimos que se podían hacer más cosas y ya nos fuimos a la plaza de toros. Trajimos a Joe Cocker, B. B. King y muy buenos conciertos de jazz", resume.

Para Gómez Acebedo la clave del éxito fue la ciudad. O mejor dicho, los ciudadanos. "Que los conciertos funcionaran fue mérito de ellos. Cuando trajimos a Tina Turner había gente que no tenía ni idea de quien era. La confundían con Lana Turner, la actriz. Pero aún así se volcaron", afirma, ya jubilado y disfrutando de unos días de descanso en su segunda casa en el monte en Mieres. "Con los 'Rolling', vino la Policía a caballo y lo que hacían eran dar paseos a los niños. No tenían nada que hacer. La gente quería ayudar. Cuando acabó, se fueron a bañar a la playa", recuerda.

El concierto de los "Rolling" se gestó a principios de 1994. "Sabía que estaban diseñando una gira, que iba a ser potente y que harían pocos conciertos", cuenta Gutiérrez Granda. "Al principio, nos dieron largas, pero conseguimos el teléfono de John Giddings, su representante en Europa y fuimos a verle a Londres", añade. En ese viaje participó el exviceconsejero de Cultura, Jorge Fernández León, que de aquella era director de la Fundación Municipal de Cultura. Giddings, ya jubilado, tenía la oficina cerca de Stamford Bridge, el estadio del Chelsea. "No sé con cuantas ciudades competimos, sé que en España había otra que quería hacerlo", apunta Fernández León.

La expedición logró su objetivo y unas pocas semanas después Gijón firmó el precontrato por el cual Mick Jagger terminaría por corretear por El Molinón. Fichar a los "Rolling" costó 215 millones de pesetas, o como dice Gutiérrez Granda, "mucha pasta". Pero salió bien. El papel se agotó. Incluso, los vuelos para acudir a Asturias al concierto se completaron en mayo, semanas antes del concierto. No solo asturianos vieron la actuación. El grupo estadounidense arrastró un buen séquito de fans. Uno de ellos, un tal Arnold, un sueco que aseguró en su día haber bailado con la Infanta Elena, subido al Kilimanjaro y visto caníbales en el Pacífico. Hay gente para todo.

La actuación fue mágica. La puesta en escena, tremenda. Se llegó a decir que la producción era tan potente -contaba con cuatro millones de vatios- que la luz del concierto se podría ver desde la Luna y el sonido de Jagger y compañía escucharse desde Oviedo. Gutiérrez Granda apenas lo pudo vivir, porque le tocó negociar unos flecos del contrato en uno de los bajos de El Molinón. "El objetivo era que todo saliera bien y que la gente disfrutara", cuenta.

Ahora, un cuarto de siglo después, la época de los grandes conciertos de Gijón es cosa del pasado. Al menos, en ese formato. Si algo tuvieron en común las actuaciones de la década de los noventa es que fueron rentables. El concierto de Paul McCartney, en 2004, fue quizás la primera gran decepción y arrojó pérdidas. "Los grandes conciertos debería volver", apunta Gutiérrez Granda. Más pesimista es Rodríguez Acebedo. "Aquello se hizo porque era posible, porque era rentable. Ahora, los cachés son muy altos. Cambiaron los tiempos, pero la gente de Gijón y de Asturias sintió la música", zanja uno de los responsables de que los "Rollings Stones" fueron playos.

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