Adrián Barbón ha puesto esta vez a la razón de su parte: celebrar la Feria de Muestras de Gijón, por mucha fiabilidad que se pretenda al plan de contingencia propuesto por la Cámara de Comercio, supone un riesgo innecesario. No es conveniente jugar con el covid-19 a la ruleta rusa. Si Asturias ha sido, hasta ahora, modélica en la gestión de la pandemia, no puede arriesgarse a echar por tierra en quince días el trabajo bien hecho en cuatro meses. Mérito que corresponde, a partes iguales, a la autoridad política, a la sanitaria y a la ciudadanía.
Se han suspendido tantos eventos multitudinarios durante este verano en la región que no hay que considerar un drama que el recinto ferial mantenga sus puertas cerradas durante la primera quincena de agosto: más tiempo habrá para programar una feria de relumbrón en 2021, para repensar un evento señero del verano astur que reclama con urgencia una vuelta de tuerca: modernizar las estructuras de la Feria se antoja una necesidad acuciante. Los que tienen la responsabilidad de organizar tamaña celebración multitudinaria disponen de doce meses extra para engrandecer la señalada edición del año I poscovid.
Dicho lo cual, se podría considerar una grave contradicción que se suspenda la Feria y sigan abiertos los grandes centros comerciales. Y criticar que no se muestra mayor severidad con las concentraciones en terrazas sin guardar el necesario distanciamiento. Basta dar una vuelta nocturna por el centro de Gijón para confirmar con disgusto que las medidas de protección no se aplican a rajatabla. Ojo, que no conviene jugar con fuego.
