Para un tímido reconocido, que según su autorretrato es un "fotofóbico" que a fuerza de exponerse a los focos se ha ido acostumbrando a la luz, en un homenaje con un centenar y medio de invitados puede emboscarse una pequeña tortura íntima. Pero ayer Javier Fernández respondió a la hora larga de elogios con soltura y aplomo de profesional veterano en el cabeceo de aceptación del halago. Quién sabe si mirando al auditorio, y reconociendo algunas caras, no agradecía también estar recibiendo de algunos de sus compañeros una aproximación al tipo de despedida que quizá impidieron las circunstancias políticas a su salida del Gobierno del Principado, empañado como estaba todo entonces por los rescoldos de la cruenta batalla interna que partió el PSOE en dos.

No tuvo el expresidente, acaso por talante además de por avatares políticos, un gran reconocimiento de adiós de los suyos. Y ayer no estaban ni muchísimo menos todos los que un día se le pusieron enfrente, faltaban muchos de los más significados de sus antagonistas, pero sí una representación de socialistas de distintas familias políticas -mayoría aplastante de la suya- que quiso utilizar la entrega del "Gijonés del año" para la puesta en escena de algo así como una reconciliación. Pelillos a la mar que batía justo enfrente del hotel gijonés donde se celebró el evento, así lo quiso entender al menos el doble sucesor de Fernández como presidente del Principado y secretario general de la Federación Socialista Asturiana, Adrián Barbón, que antes de entrar le adjudicó parte del éxito que haya podido obtener la lucha contra la pandemia, vinculando el legado de Fernández con el modo en que Asturias ha afrontado sanitariamente la crisis. Conectó así Barbón su gestión con la de quien le precedió, otorgándole parte de los méritos que algunos señalan en cómo abordó el actual gobierno del Principado la excepcional situación sanitaria, como la extensión de las pruebas PCR.

No la mencionó, pero se le leyó entre líneas el interés por mantener la parte de la herencia que incluye el tendido de puentes hacia las comunidades que van a defender en el futuro postulados homologables a los asturianos en los debates de la financiación autonómica o la transición energética. Sabe Barbón que lo que políticamente se desprende de la amistad, casi la devoción, que no disimularon ayer a tres bandas Javier Fernández y los presidentes de Galicia y Aragón, Alberto Núñez Feijóo (PP) y Javier Lambán (PSOE), tendrá que servirle para abrirse paso hacia el futuro.

Fernández, reaparecido en público con barba, recibió el cuarto "Gijonés del año" sin necesidad de haber nacido en Gijón y al año casi exacto de haber dejado de ser presidente del Principado. Junto a Barbón, se acercaron ayer a Gijón sólo algunos de los herederos que en su día más se le enfrentaron. Estaba la diputada y secretaria de Organización de la FSA, Gimena Llamedo, significada desde el principio con el barbonismo y el sanchismo más canónico, y habría ido la alcaldesa de Gijón, Ana González, si una enfermedad no se lo hubiese impedido. Estaba el secretario general del PSOE de Gijón, Iván Fernández Ardura, y en nombre del Gobierno actual la consejera de Derechos Sociales y portavoz, Melania Álvarez.

Estaban también algunos "javieristas" de casi siempre, aunque es cierto que el socialismo asturiano ha conocido tantas batallas como bandos de composición heterogénea en los últimos decenios. Acudió el expresidente Antonio Trevín y parte de sus afines que siguieron carrera con el relevo en el partido y en el Gobierno: el presidente de la Junta, Marcelino Marcos Líndez; el senador Fernando Lastra, o la portavoz socialista en la Junta, Dolores Carcedo, entre otros. Había mucho Gobierno pasado -además de Carcedo y Lastra, Genaro Alonso, Isaac Pola, María Jesús Álvarez o Benigno Fernández Fano- y hasta una representación de la oposición. De la actual: las portavoces parlamentarias del PP y Ciudadanos, Teresa Mallada y Laura Pérez Macho, respectivamente, y el diputado popular Pablo González... Además, entre muchos otros, la alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, o el regidor de Mieres, municipio natal del homenajeado, Aníbal Vázquez.

En un acto raro de pospandemia, en el que los conocidos después de mucho tiempo sin verse se saludaban sin contacto y la mascarilla, mantenida por obligación hasta la pausa entre los discursos y la cena, también servía para enmascarar emociones, el resto de la asistencia compuso un fresco del quién es quién de la sociedad asturiana, de la cultura a la empresa y más allá. Del empresario asturmexicano Antonio Suárez a los presidentes de Alsa y Reny Picot, Jacobo Cosmen y Francisco Rodríguez, respectivamente. De aquí al presidente de la Federación Asturiana de Empresarios, Belarmino Feito, o al de la patronal de hostelería y turismo, José Luis Álvarez Almeida. Junto al omnipresente Padre Ángel, el Rector y el candidato a reemplazarle, Santiago García Granda e Ignacio Villaverde; el presidente y la directora de la Fundación Princesa de Asturias, Luis Fernández-Vega y Teresa Sanjurjo, y un extenso etcétera de personalidades.