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Y los "Rolling Stones" estuvieron en Gijón

Un mediador de cine, el vino de Jagger y 300 páginas de contrato: la intrahistoria de un sueño que se hizo realidad

Y los "Rolling Stones" estuvieron en Gijón

Hay años, como 2020, en los que deberían devolvernos el dinero de la entrada, claro que hay otros que concentran un buen número de cosas buenas. Para mí uno de esos años buenos fue 1995, cuando era un joven concejal en el Ayuntamiento de Gijón y tuve el privilegio de participar directamente en momentos que pueden considerarse, sin pecar de atrevido, como históricos para nuestra ciudad. El Gijón de 1995 vio reabrirse las puertas del restaurado teatro Jovellanos, la inauguración del campo de golf de La Llorea -primer campo de golf municipal, de 18 hoyos, en España-, la magnífica exposición "Astures"... Estrenábamos las playas de Poniente y El Arbeyal y veíamos cambiar la ciudad ante nuestros ojos. Gijón era en aquellos tiempos una ciudad ilusionada por el futuro y llena de vitalidad. Aún hoy podemos disfrutar de muchas cosas que nacieron por aquel entonces, pero hay un momento -un momento de fiesta- que despierta como ningún otro los recuerdos de 1995: el concierto de los "Rolling Stones" en El Molinón.

¿Cómo puede ser alguien tan inconsciente como para pretender traer a Gijón a los Stones, ni más ni menos que a los "Rolling Stones"? La cosa empezó un par de años antes. En 1993 ya se estaba trabajando en la nueva gira dada la enorme complejidad que conlleva un espectáculo así, ya estaban en marcha los ingenieros de sonido y el diseño del escenario y también se sabía que sería una gira corta, muy posiblemente con un único concierto en España; en el Ayuntamiento de Gijón teníamos experiencia en la organización de conciertos y un prestigio ganado a pulso. Por Gijón ya había pasado Tina Turner, Bruce Springsteen, "Dire Straits", David Bowie? pero los Rolling Stones eran otra cosa ¿Y por qué no?

El primer escollo fue que estábamos solos, normalmente trabajábamos con dos importantes empresas promotoras para la contratación de los conciertos, Doctor Music y Gay Company, pero si cualquiera de ellos se hacía con el único concierto en España lo llevaría a Madrid o Barcelona. Teníamos que contratar el concierto por nuestra cuenta. Venga a pensar a quien conocíamos que conociese a alguien que pudiese conocer a alguien relacionado con los derechos de la gira. Porque parece mentira, pero en 1993 no se podía mirar en Google y saber en segundos quien dirigía la gira, ni mandarle un mensaje por Facebook.

Apareció el hilo en la persona de un productor de cine inglés que había estado en el jurado del Festival de Cine. A través de sus contactos en Londres pudimos plantearle nuestras pretensiones al manager para Europa de los Stones, John Higings, que lo consultó con el responsable de la gira, Michael Kolh? y resultó que no lo vieron nada descabellado.

Así empezó una serie de frenéticas negociaciones, muy largas y muy complejas. Se habló de todo lo imaginable, se discutió todo lo imaginable. Incluso tuvimos que empezar por demostrar la solvencia económica del Ayuntamiento de Gijón. Tras una visita a El Molinón para comprobar su idoneidad se pasó a discutir desde el precio de la entrada al personal que habría que poner a disposición de la organización, desde las taquillas al diseño de los camerinos, seguridad, campañas de publicidad, el espacio para las cocinas que tendrían que dar de comer a cientos de personas durante la semana que duraría el montaje y desmontaje? el vino preferido por Mick Jagger.

Negociaciones duras que pasaron por momentos difíciles. Alguno rozó la comedia. John Higings se escandalizó de tal manera cuando puse en duda el llenazo total de El Molinón, que estuvo a punto de marcharse dando un portazo. Muchos meses después se llegó, por fin, a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Aun recuerdo la frase con la que John Higings dio por sellado el acuerdo: "Daniel ¿Por fin te crees que vas a tener a los "Rolling Stones" en Gijón?". Pero todavía quedaba mucho por hacer.

Tras el acuerdo llegó el borrador del contrato? más de 300 páginas y más de 200 millones de pesetas. También llegaron los habituales cenizos que no parecen soportar que algo salga bien. Mucha gente con la que hablar e intentar convencer de la dimensión que ese concierto podía tener para Gijón. Mil detalles que cerrar. Pero todos los escollos se van superando y se anuncia oficialmente el concierto: la repercusión es brutal.

Las entradas se ponen a la venta a 5.200 pesetas, desaparecen en 3 días. 25.000 entradas se venden en Asturias y otras 20.000 se van fuera de la región y más allá.

Durante la semana previa al concierto el ambiente de fiesta iba en aumento según la ciudad se llenaba de gente... incluyendo a Jerry Hall y sus hijos paseando por la playa. Pero para los que estábamos trabajando en la organización, la satisfacción y la alegría estaba trufada de tensión, procurando que todo estuviese a punto, atando todos los cabos y solucionando problemas de última hora.

Por fin se hace realidad lo que parecía imposible: uno de los mejores espectáculos del mundo podía verse en Gijón, sólo en Gijón y en ningún otro sitio más de España. No sólo eran los "Rolling Stones", era la gira "Voodo Lounge", una de las mejores en la historia de la banda.

El espectáculo comenzó con unos teloneros de auténtico lujo: "The Black Crowes", que pasaron casi desapercibidos pero su actuación hubiese sido un estupendo concierto si tocasen ellos solos en la plaza de toros. El concierto de "Rolling Stones" fue perfecto, impresionante en todos los aspectos (aunque yo me perdí un par de canciones porque estaba discutiendo con Michael Kolh acerca de quién iba a pagar la luz de El Molinón, a aquellas alturas). Un espectáculo completo con una energía indescriptible, pero donde brillaron especialmente los momentos de calma, como una interpretación de "Angie" que puso los pelos de punta. Tres horas de música, sonido impecable, efectos visuales y hasta fuegos artificiales.

Supuso una campaña de publicidad impagable para Gijón, tan impagable que hasta supuso beneficios económicos para el Ayuntamiento y recuerdo que parte de esos beneficios se destinaron a comprar un piano Steinway para el Teatro Jovellanos. Beneficios económicos que también se extendieron a muchos sectores de la ciudad. Un éxito en toda la regla.

Hasta que llegó Hacienda. Nos reclamaban 50 millones y el pago de una multa, no recuerdo muy bien el motivo: algún inspector excesivamente celoso, poco amante de la música o con pocos conocimientos de asuntos internacionales. Pero hasta eso salió bien y los tribunales dieron la razón al Ayuntamiento ¿Qué más se puede pedir?

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