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DAVID GALLEGO | NUEVO ENTRENADOR DEL SPORTING

Un sargento amable para sacar al Sporting del pozo

El técnico tiene fama de duro: llegó a sustituir a un futbolista a los diez minutos de empezar un partido por dos errores

Un sargento amable para sacar al Sporting del pozo

Suria es un municipio barcelonés de 6.000 habitantes a 15 kilómetros de Manresa conocido por sus minas de potasio y sal y por ser el pueblo de Beth, aquella cantante de rastas que representó a España en Eurovisión en 2003. También es la patria chica de David Gallego, el quinto entrenador en tres temporadas que asume el reto de sacar al Sporting del pozo de la Segunda División. Teniendo raíces mineras quizás tenga mejor suerte que sus antecesores.

Cuentan los que le conocen que Gallego tiene fama de duro. Y quizás esa fama sea bien merecida. Es de gatillo fácil a la hora de hacer cambios. Llegó a sustituir a un jugador a los diez minutos de empezar el partido por dos errores. Todo un récord. También lo definen como un tipo recto, impulsivo, exigente, drástico y hasta algo cabezota. De esos que mueren con sus ideas. Pero también hablan de una persona amable, cercana en el trato al jugador, que consume fútbol como otros se hacen un maratón de series de Netflix y que entiende el rendimiento del jugador como el mandamiento fundamental sobre el que se resumen sus tablas de la ley. Un tipo más intenso que intensivo. En definitiva, un sargento con un lado amable al que el balompié, Javi Rico dixit, no le ha regalado nada.

Y así debe ser, porque, a pesar de haber sido futbolista trotamundos -pasó, entre otros, por el Córdoba, el Levante, el Terrasa y fue finalista de Copa del Rey con el Recreativo de Huelva-, sus primeros pinitos como técnico los hizo en una verdadera fosa abisal del fútbol catalán llamada la Riera del Tornell. Así se llama el campo en el que juega como local el Centre D'Sportis de Suria, un modesto entre los modestos de la Tercera Regional de Cataluña. Además de ser el equipo de su pueblo.

Uno de los whatsapp que David Gallego tiene sin contestar desde que es entrenador del Sporting se lo envió Carlos Javier Arnaldo, que fue secretario y presidente del Suria en la etapa del catalán como míster entre 2010 y 2013. Hasta que Jordi Lardín, mítico exjugador del Espanyol, le fichó para las categorías inferiores pericas. La casualidad hace que Carlos Javier Arnaldo es de Oviedo y del Oviedo. "Le di la enhorabuena, pero le recordé que ahora somos rivales", ríe el exdirigente.

El Suria despegó con Gallego como técnico. El club logró una de las cosas más bonitas que se pueden hacer en el fútbol: ascender de categoría (de Tercera a Segunda Regional). "Nunca más volvimos a jugar tan bien", recuerda Arnaldo. "Quería la pelota. Era recto y si tenía que quitar a alguien lo quitaba. Tenía carácter, pero se hacía querer", describe el asturiano. El cambio más rápido que ha hecho Gallego en un partido fue a los diez minutos de empezar. El curioso récord lo ostenta Javier Cuesta, que durante el paso de Gallego por el Suria jugaba de centrocampista y era el capitán del equipo. "Me equivoqué en dos acciones y me cambió en el minuto diez", cuenta. "Era duro, pero te convencía. Fue un líder y el mejor entrenador que tuve", añade.

Javier Cuesta atesora varias anécdotas descriptivas del perfil de Gallego. El jugador fichó por el Suria ya de vuelta en el balompié. Todo un retiro dorado. "Pensé que íbamos a entrenar dos veces por semana, y que si hacía frío me podía quedar en casa", dice. Se equivocó. Aunque el Suria era un conjunto amateur y ningún jugador tenía nada parecido a un sueldo, David Gallego implantó un nivel de exigencia profesional. La impuntualidad en un entrenamiento costaba cinco euros. Y peor era llegar tarde a un partido. "Te quitaba del once. Borraba tu nombre de la pizarra delante de todos. Era drástico", asegura Cuesta.

El futbolista aficionado relata una historia en un entrenamiento relacionada con Gallego y un tal Jussa, al parecer un jugador juvenil tan prometedor como macarra y al que Gallego dio oportunidades en el primer equipo. Este chaval tenía la manía de ir con los pantalones algo caídos, una moda que al míster no parecía agradar. Cosa que quedo clara, según el recuerdo de Cuesta. "En medio de un rondo le pidió que se subiera los pantalones. Que a entrenar se iba bien vestido. El chaval obedeció, pero cuando se dio la vuelta, se los volvió a poner como estaban. Gallego le vio y le expulsó. Fue drástico. Como era muy prometedor, nadie le tosía", relata Cuesta, que duda de que en el fútbol profesional se pueda operar de igual forma. "Era un líder", zanja.

David Charcos fue el analista de los rivales durante el paso de David Gallego por el banquillo del Espanyol la pasada temporada. Le acompañó hasta que fue despedido en octubre. Resuelve la duda que plantea Cuesta. Efectivamente, Gallego es así en todas las circunstancias. "Entiende el fútbol como el trabajo del día a día. Con él solo van a jugar los que rindan", apunta el técnico con pasado en el fútbol de élite en el Tenerife y en la extinta Unión Deportiva Salamanca. "Puede parecer un sargento, pero lo que pasa es que es pasional. Vive así el fútbol", finaliza.

Guille Andrés López pasó por el filial del Espanyol en la temporada 2016-2017, justo la del descenso del filial perico de Segunda B a Tercera, con David Gallego a los mandos. El jugador, ahora en las filas de Unionistas de Salamanca, un club que milita en Segunda B, llegó a la cantera perica en febrero y estuvo hasta mayo. Tiempo suficiente para hablar maravillas de Gallego. "Me acogió como uno más", cuenta. Sobre su estilo, habla así: "Si te pide algo, va a muerte. No le vale que hagas otra cosa". Eso sí, destaca también su faceta humana. "Fue una mala temporada. Descendimos a falta de varias jornadas, pero aún así siempre sacaba tiempo para animarnos y sacarnos una sonrisa", apunta el jugador al otro lado del teléfono que dice de Gallego una de las mejores cosas que se pueden decir de alguien. "Es buena gente", concluye.

Así es David Gallego, una especie de tipo duro, exigente, de esos que no permite a la tropa ni media carantoña, pero al que si le hace una prospección se le descubre una faceta cercana al jugador. Un técnico que pide que sus jugadores le paguen con la misma moneda: la del rendimiento y la del trabajo diario. Una especie de sargento amable que procede de un pequeño pueblo de Cataluña, con mucho arraigo minero, que asume una misión complicada, pero no imposible: montar al Sporting en la jaula y sacarlo del pozo de la Segunda División.

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