Como el confinamiento impidió en gran parte el tráfico de sustancias ilegales en la región, el abuso de drogas de más fácil acceso fue el "plan b" de decenas de asturianos con conductas adictivas. Esto explica que, desde el inicio de la pandemia, Proyecto Hombre haya notado un aumento de la atención a usuarios con consumos abusivos de, sobre todo, dos drogas "blandas": el alcohol y los psicofármacos.

La entidad, con sede en Gijón, ha atendido 268 peticiones de ayuda, de las que 215 precisaron un tratamiento por una adicción clara y otros 53 se derivaron al programa "Reciella", un recurso que sirve para orientar a jóvenes que, pese a mostrar comportamientos de riesgo en el consumo de sustancias, no presentan todavía un problema de adicción que pueda considerarse patológico. Según Julio Jonte, director de Proyecto Hombre, salvo el cambio de tendencia de estas últimas semanas, las dos drogas que más dependencia provocan en la región siguen siendo el alcohol y la cocaína, siendo la primera más frecuente en mujeres y la segunda, en varones.

Jonte, junto a sus compañeros Julio Sutil y Sonia Fernández, dio a conocer ayer la memoria de actividad del año pasado de Proyecto Hombre en Asturias, un anuncio que debería haberse dado a conocer en el primer trimestres de este año pero que tuvo que posponerse por la actual situación de pandemia. Dentro de esta actividad general en 2019, la entidad atendió 19.551 personas -incluyendo también a las que acudieron a recursos "más leves" como cursos formativos y charlas de orientación- y alcanzó a 119.101 con sus campañas de concienciación online.

Pero las dos cifras claves son las del programa de prevención "Reciella", que atajó el año pasado el riesgo de adicción de 520 jóvenes (nueve menos que en el anterior recuento) y el programa de deshabituación para adultos, que atendió en 2019 a 819 personas, 63 más que el año pasado (756). Este último repunte, no obstante, se mantiene "dentro de lo esperado", según Jonte, que sí advierte de otras dos sustancias que podrían dar problemas en los próximos años: los psicofármacos y las sustancias sintéticas de opioides.

Los primeros llevan años amenazando con convertirse en un foco clave de la adicción en mujeres, que en las últimas décadas han ido normalizando el uso de tranquilizantes, antidepresivos e hipnosedantes para aplacar síntomas de ansiedad e insomnio. Los opioides, por su parte, surgen como consecuencia de la crisis de la heroína de los años 80, que normalizó tratar esta adicción con sustancias artificiales como la metadona, un opiáceo igualmente adictivo.

En cuanto a las adicciones de los más jóvenes, aclaró Jonte, sigue al alza la preocupación por el consumo de cannabis: de los atendidos en "Reciella", el 79.5% de las mujeres y el 86.7% de los varones fijaron esta sustancia como su droga de referencia en 2019. También inquieta el abuso de las nuevas tecnologías, que aunque se mantiene con una incidencia baja (menos del 4% de los jóvenes acuden a Proyecto Hombre por esta causa) provoca cada vez más problemas de adaptación en adolescentes "enganchados" a los videojuegos y las redes sociales.