Cuando todavía hacía frío y estaba a punto de atardecer, Cristina López-Doriga (Gijón, 1980) se adentró un día hace meses en el recinto ferial Luis Adaro, cámara en mano, para participar en el proyecto fotográfico "Una Feria sin agosto", de Materia Editorial, publicado estos días en LA NUEVA ESPAÑA, que muestra cómo luce el espacio de la Feria de Muestras sin el gentío habitual de estas fechas. "Yo de pequeña iba a todos los años, creo que casi todo Gijón se crió yendo a la Feria, y verla tan vacía resultó muy extraño, pero también bonito, a su manera", explica la artista.
López-Doriga ya no recuerda muy bien cuándo sacó la foto seleccionada para la muestra -solo está casi segura de que tenía que ser invierno-, pero sí se acuerda de que el sol estaba a punto de esconderse y de que la luz se reflejaba en todos los pabellones haciendo unos juegos de sombras que parecían incidir en lo vacío que lucía el recinto. Sacó la cámara, apuntó a una de las puertas del pabellón central y disparó. "Tuve suerte porque la luz era preciosa. Eso sí, acostumbrada al bullicio y al ir y venir de la gente, de golpe parecía que hubiese pasado por allí un huracán. Quedaban los pabellones, algunos de ellos tenían las puertas abiertas y se veía que estaban totalmente vacíos, y también seguían allí los puestos de venta con sus logos, sus pegatinas, sus decorados... Todo estaba igual, pero vacío, y a mí eso me impresionó mucho", razona la fotógrafa. López-Doriga había lanzado su último proyecto hace ahora cuatro años -un resumen variado de algunos de sus viajes por Colorado-, pero ya tiene más temas en mente. Ha aprovechado el silencio y la calma del confinamiento para "poner en orden las ideas". "A nivel artístico creo que me vino bien, porque hay mucho trabajo detrás de la cámara y ahora tengo muchas ideas nuevas", asegura.
