"Estamos aquí para dar gracias por su vida y por su legado". Así comenzó ayer Kike Figaredo, obispo de Battambang (Camboya), la misa para despedir a su madre, Ana María Alvargonzález, fallecida el pasado 13 de junio a los 96 años. La celebración tuvo lugar en una basílica del Sagrado Corazón llena de acuerdo a los nuevos aforos. Un templo del que tanto la mujer, como su también difunto marido, Alberto Figaredo, eran "muy fieles y devotos", como explicó su hijo, encargado de oficiar la eucaristía, a la que asistieron también sus hermanos Alberto, Javier, Ignacio, Nicanor, Víctor y Ana. También estuvieron presentes la viuda de Carlos, el único hermano fallecido, y primos de los Alvargonzález-Figaredo, como Mari Carmen, Dominica, Jorge, Victoria, Romualdo y Cecilia, así como nietos de la difunta.

Kike Figaredo, venido desde Camboya para poder despedir a su madre, quiso recordar al inicio que el acto no se trataba de un funeral, el cual ya se había celebrado en San Julián, iglesia de Somió, sino de una "misa de acción de gracias por nuestra madre Ana". Ana Figaredo, hermana del Obispo, fue la encargada de la primera lectura y el salmo, ambas basadas en la acción de gracias en la que Figaredo tanto insistió. En su homilía, el jesuita quiso destacar "los valores de la familia, la ternura y la capacidad de gestión que mis padres, Tito y Ana, siempre nos han enseñado". "Para todos nosotros siempre han sido el camino, la verdad y la vida", dijo.

Figaredo estuvo acompañado en la celebración por seis curas amigos de la familia, entre los que se encontraban Fernando Fueyo, capellán del Sporting; Manuel Robles, rector de la basílica; y Luis Muiña, párroco de San Julián de Somió. El Obispo describió a su madre como una mujer con gran "capacidad para la acogida", una característica que ilustró recordando sus viajes a Camboya: "Siempre traía alegría, cariño y cuidados".

El momento más emotivo de la celebración lo protagonizó Teresa Figaredo, nieta de la difunta. La joven participó al final de la eucaristía para recordar a su abuela y contar una anécdota que había vivido con ella en la celebración de sus bodas de oro, durante un viaje a Covadonga, Virgen de quien la fallecida también se declaraba muy devota: "Tenía un ojo especial para el pequeño, el necesitado, el desprotegido". Unas palabras que al finalizar recibieron un caluroso aplauso de las cerca de 200 personas reunidas en el templo, entre las que se encontraba también el empresario Javier Vega de Seoane.

Madre de ocho hijos, Ana María Alvargonzález era muy querida en Gijón. Kike Figaredo no lo pasó ayer por alto y quiso compartir palabras de aliento: "La vida va más allá, no se queda aquí. Ahora sabemos que nuestros padres están ahí de otra manera, nos acompañarán siempre". Y añadió: "Me quedo con la imagen de mi madre llegando al cielo y siendo recibida y acogida por los santos, los mártires, mi padre y mi hermano Carlos".

El jesuita adaptó una parte de la celebración, el gesto de paz, al rito camboyano. La eucaristía concluyó con los familiares recibiendo un saludo austero, para mantener las medidas de seguridad, de los conocidos y amigos presentes, acompañado del himno de Covadonga.