Que las sardinas vayan por el monte y las liebres recorran el mar puede a veces cobrar sentido sabiendo que existen peregrinos que cada año llegan a la catedral de Santiago de Compostela navegando. No todos los "xacobeos" son caminantes, los hay también, sorprendentemente, marineros, como los veinte peregrinos náuticos que dejaron anoche sus seis veleros descansando en la Marina Yates del Principado. La parada en aguas gijonesas constituye solo una de las 16 etapas de las que consta "Sail the way", la ruta jacobea por mar que la asociación Northmarinas organiza por quinto año consecutivo.

Esta agrupación de puertos, en su mayoría cantábricos, cuenta con unos fundadores cuyo amor por el mar se equipara a su enamoramiento por el Camino de Santiago. Por ello, decidieron inspirarse en una leyenda del famoso apóstol para incentivar la náutica asociada a su nombre a través de esta iniciativa. Se cree que, tras morir en Israel, el cuerpo del apóstol Santiago sería trasladado en una barca de piedra que cruzaría el Mediterráneo y bordearía la costa atlántica portuguesa hasta llegar a la ría de Arosa. De allí se trasladarían hasta el pueblo de Padrón, donde atarían la barca a un pilar y harían el recorrido restante hasta Santiago de Compostela a pie para trasladar al difunto.

Una tradición desplazada al Cantábrico que cada año adoptan más aficionados a la náutica. "Este verano del coronavirus nos vimos obligados a limitar el número de participantes, pero el año pasado llegamos a navegar en conjunto 180 personas y 40 barcos, y la mayoría son repetidores de ediciones pasadas que se van sumando después de probar la experiencia", cuenta Patricia Alcubilla, coordinadora terrestre de la travesía.

Esta marinera en tierra firme se dedica a ayudar a los peregrinos ante cualquier posible contratiempo surgido en ruta. "Están todo el rato en contacto entre los diferentes veleros participantes y miembros de la organización, algo que aporta mucho espíritu de compañerismo creado en alta mar", explica Alcubilla. Contar con el respaldo de embarcaciones compañeras es justo lo que anima a estos peregrinos a la aventura, ya que muchos no se atreverían solos. "El año pasado, a una embarcación se le estropeó el motor a 20 millas náuticas y sus compañeros tuvieron que arrastrarla hasta llegar a puerto. Habría acabado en tragedia de no haber estado acompañado", cuenta la coordinadora.

La parada en Gijón servirá a estos peregrinos de diversas nacionalidades -francesa, española y portuguesa- como descanso tras una de las etapas más duras del recorrido: las 91 millas que separan la Marina de Santander y Gijón, que hicieron en 16 horas. El viernes desplegarán velas de nuevo hasta Viveiro, alcanzando ya tierras gallegas. Los navegantes, un poco resentidos este verano por el covid-19, ya sueñan con 2021, año santo xacobeo, hacia el que navegan con ganas.