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La Policía Local, a la caza de las carreras ilegales: "Asumen un riesgo enorme"

El perfil del temerario es el de un varón de 30 a 35 años, con coches pequeños de gasolina, tendencia exhibicionista y que no consume alcohol

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Control policial en Gijón a las carreras ilegales

Cinco coches, catorce agentes y muchas horas de vigilancia para cubrir el Infanzón y la avenida de la Pecuaria, dos de las zonas en las que las carreras ilegales en Gijón son más numerosas. Así fue el macrocontrol de anoche instalado por la Policía Local para poner coto a las conductas temerarias al volante, tal y como pudo saber LA NUEVA ESPAÑA. Una peligrosa "afición" que no se ha cobrado ninguna vida, pero sí ha dejado en los últimos meses numerosos accidentes y feroces críticas vecinales en Cabueñes, Somió, Deva, Veriña y Monteana, sobre todo. "El riesgo que asumen los conductores es altísimo", afirma el inspector Maujo, veterano en la lucha contra la fiebre de la velocidad.

El macrocontrol policial se desarrolló en la carretera del Piles al Infanzón, la AS-247, todo un clásico de las carreras ilegales por sus pronunciadas curvas. También en la avenida de la Pecuaria, donde se alcanzan altas velocidades y la rotonda de entrada al Hospital de Cabueñes supone un aliciente para los "corredores". Hubo tres patrullas dinámicas. Es decir, algunos coches que van peinando la zona sin estacionar, para que no puedan ser avistados. La posición de estas patrullas se difunde por los temerarios por redes sociales, donde los agentes tienen sus ojeadores. "La Policía no es tonta", apunta Maujo, con 28 años de servicio a sus espaldas.

El agente se las sabe todas y es conocedor de que el esfuerzo que invierten los participantes en las carreras ilegales para no ser pillados es grande. Es muy común que cuando se va a desarrollar una "competición", los organizadores aposten vigilantes a pie en lugares concretos y usen coches lanzadera para tener la posición de los agentes controlada. "Hay ocasiones en los que en la curva del Infanzón tenemos una patrulla apostada todo el día. Es prevención situacional", afirma Maujo.

La Policía Local tiene radiografiado el perfil de los participantes en carreras ilegales. Tienden a ser varones de entre 30 y 35 años con pocos o ningún antecedente y mucha habilidad al volante. Raramente toman drogas o alcohol y su vocación es exhibicionista. Es decir, lo hacen para que otros les miren, poder lucirse y presumir. En ocasiones, las carreras u otras maniobras arriesgadas, como trompos, se graban. De ahí que, en las jornadas lluviosas, cuando no hay público en los arcenes, las incidencias desciendan.

En consecuencia, los controles como el de anoche se adaptan a la previsión de incidencias que pueda haber. Son mucho más frecuentes los fines de semana, los puentes y en los meses calurosos. Es poco habitual que los conductores tengan alguna irregularidad en el vehículo. Muchas veces, los agentes se sitúan en los lugares de reunión de los corredores, para hacerles controles preventivos. "No son delincuentes profesionales. Lo hacen como una afición muy peligrosa", describe Maujo.

Los participantes en las carreras ilegales se arriesgan a cometer dos delitos contra la seguridad vial. El primero, con penas más leves, de conducción con consciente desprecio a la vida de los demás, que cometen aquellos que se la juegan en el coche y van con acompañantes. Y un segundo, más grave, de conducción temeraria, poniendo en concreto peligro la vida de los demás. Es decir, aquellas infracciones que entrañan riesgo para una persona que no participa en la carrera ilegal. Este último puede entrañar penas de prisión de dos a cinco años, retirada de seis a once años del carnet de conducir y multa de 12 a 14 meses. "Una pena de cárcel es complicado, porque suelen ser personas que no tienen antecedentes", apunta Maujo.

La Guardia Civil, también vigilante

Las carreras ilegales son un viejo problema en Gijón. A principios de siglo se vivió su momento más crudo. En la carretera del Piles al Infanzón se llegaron a pintar líneas de metas. "Pillamos a uno en el 2003 que casi se choca con nosotros", relata Maujo. Los agentes locales y también la Guardia Civil, que vuelca todos sus esfuerzos en las parroquias rurales para atajar el problema, asumen riesgo con su labor. Muchas veces la imprudencia se la topan delante y son ellos mismos los que tienen que apartarse. "Van como cañones muchos de ellos", apunta el inspector.

Existe una especie de norma no escrita, que es, una vez identificada la matrícula, no participar en persecuciones para no arriesgar la vida de otros conductores. "Muchas veces esto es el juego del gato y el ratón. Se escapan hasta por las caleyas", valora Maujo, que comprende las críticas vecinales. "Entiendo las quejas. Por ahora, estamos teniendo suerte y no hay accidentes graves. Pero el riesgo es altísimo", zanja. Por ello, tanto la Policía Local como la Benemérita no levantan el pedal del acelerador en su labor de vigilancia constante de las imprudencias al volante en Gijón.

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