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El Gijón de madera

El pabellón de Cimadevilla es la más reciente construcción local en poner en valor un material protagonista hace siglos

Pabellón polideportivo de Cimadevilla.

Si nos preguntan por una construcción hecha con madera probablemente lo primero que se nos venga a la cabeza sea un hórreo. Puede resultar hoy chocante pensar en un Gijón con hórreos pero existió hasta hace menos de un siglo. En 1867, según el plano de Francisco García de los Ríos, aún se contaban en el casco urbano de Gijón una docena de hórreos y paneras. La configuración urbanística de la villa ya era de cierta modernidad por lo que, en su mayor parte, estas construcciones apenas tenían protagonismo al estar ubicadas en patios y solares cerrados con tapias. Excepcionalmente sólo quedaban en esa fecha a la vista la panera que se ubicaba en el centro del barrio de El Carmen -casi frente a la capilla que le dio nombre- y la de los Jovellanos, en el lado oriental de la plazuela dominada por la casona familiar en Cimadevilla.

Esta construcciones fueron desapareciendo durante el último tercio del siglo XIX debido a la expansión urbana y la consiguiente demanda de terreno para edificar, quedando definitivamente vinculadas a las parroquias rurales del concejo. Según Fernando Díez Blanco, secretario municipal entre 1922 y 1958, el último hórreo que hubo en el centro de Gijón desapareció en 1928. Se ubicaba en el patio del que entonces era el penúltimo edificio de los números impares de la calle de Los Moros, casi frente a la plaza del Seis de Agosto, terreno sobre el que se levantó la actual sede central de Correos. No sabemos si fue desmontado y trasladado a otra parte o si simplemente se derribó pero sí que con él desapareció definitivamente una parte de la historia local.

Si bien hórreos y paneras son una referencia esencial en Asturias si aludimos a construcciones hechas con madera, hoy apenas somos conscientes de que este material tuvo durante siglos un protagonismo mucho mayor en todo tipo de construcciones del que solemos pensar. Si la madera presente en un inmueble actual apenas va más allá de la carpintería de puertas y ventanas, de pavimentos o de revestimientos murales, en tiempos relativamente recientes esto no era así.

Hoy conocemos el uso general del hormigón armado y del acero como materiales estructurales esenciales, pero antes de ellos y durante siglos pilotes de madera servían en terrenos poco estables para sustentar las cimentaciones, pilares y vigas de madera componían la estructura interna de los edificios y a todo esto se añadían los forjados, armaduras de cubiertas, escaleras y hasta tabiquerías realizados con este material.

Aunque en fotos antiguas veamos calles del centro de Gijón con edificios con fachadas de piedra, en muchos casos aún a comienzos del siglo XX esta apenas estaba presente más que en los muros maestros perimetrales y en los de la caja de la escalera. Internamente dos tercios de un inmueble podía estar constituido por madera, además de las fachadas posteriores, en las que se emplazaban amplias galerías. Incluso edificios de la era industrial se realizaban masivamente con este material, siendo el ejemplo más memorable el de la desaparecida nave de Lantero, un inmenso mecano de madera capaz de cubrir una superficie similar a la de la plaza Mayor.

A pesar de sus múltiples bondades constructivas, su vulnerabilidad frente al fuego, la pudrición y el ataque de insectos xilófagos llevó a su sustitución progresiva por hierro colado, acero y hormigón armado, además del uso del ladrillo y otros elementos cerámicos, hasta conseguir desplazar a este material a su papel secundario actual en favor de edificios más seguros y resistentes.

En todo caso, del antiguo Gijón de madera aún quedan bastantes inmuebles que incluyen algunos tesoros provenientes de esas etapas pasadas y que ya casi son arqueología constructiva.

Una de las piezas más notables está en la galería de Adriana Suárez al inicio de la calle La Merced, donde destaca un elegante pie derecho, dispuesto sobre un dado o basa de piedra para aislarlo de la humedad del terreno, rematado por una zapata que sustenta una de las vigas del forjado del primer piso. Un magnífico ejemplo de un soporte interno que se mantiene incólume a pesar de contar probablemente con un par de siglos de antigüedad y de que el edificio en el que se ubica se ha recrecido en un par de plantas.

Si en el caso del local anterior también podemos apreciar el forjado de madera de la planta superior, otra pequeña joya es el que puede verse como techo de la tienda Lula Martín emplazada en la calle Trinidad 8. En él podemos apreciar como sus artífices combinaron madera y teja como curiosa alternativa al uso del entrevigado de revoltón cerámico al que pretende imitar. Otro elemento igualmente destacable es el muro de entramado presente en la escalera del edificio de la calle Santa Lucía 17, visible tras eliminarse el revoco que lo cubría.

Aproximándonos al presente también encontramos las dos construcciones anexas al edificio de la antigua rula, una dedicada a sala de exposiciones y la otra a restaurante, resultado de la acertada reconstrucción realizada en la década de 1980 bajo proyecto de los arquitectos Fernando Nanclares, Jesús Menéndez, Juan González Moriyón y Nieves Ruiz, recreando el aspecto de la construcción original destinada a aduana y que fue levantada en la década de 1870.

Si dejamos atrás obras realizadas en siglos anteriores y volvemos al siglo XXI, contamos hoy con el singular pabellón polideportivo de Cimadevilla, realizado enteramente en madera incluyendo las tejas de su cubierta. Una interesante y lograda pieza de los arquitectos municipales Mónica Costales y Jesús Sotelo que supone aquí una interconexión entre aquel Gijón pasado y el Gijón presente con la madera como elemento protagonista de su arquitectura.

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